EDITORIAL    

Obras y halagos a dirigentes sindicales



Uno de los factores más evidentes de inequidad y ventaja del binomio oficialista en competencia con los candidatos de oposición, es la entrega de obras y la adopción de medidas de Gobierno con la finalidad de mostrar dinamismo y gestión para atraer el voto ciudadano de octubre a favor de los postulantes masistas, aprovechando al máximo la simultaneidad de ser gobierno y candidatos al mismo tiempo.

Sobran los ejemplos de estas acciones dirigidas a ese fin. En primer lugar el Sistema Único de Salud (SUS) (pese a las carencias de un servicio complejo), la Ley de Abreviación Penal, la inauguración de la cementera en Oruro y otras, desde plantas de energía eléctrica a tinglados, sin dejar de haber publicitado la preocupación del presidente por los incidentes aeronáuticos de BoA.

Existen notorias experiencias de que las obras realizadas tardan más en su aparatosa entrega que en desajustarse o deteriorarse prematuramente, por el apuro de su entrega. Sin duda, hay una que destaca por su sentido de mimo y notoria preferencia hacia ciertos sindicatos de trabajadores, destinada a la construcción de sus sedes sociales, para lo cual se ha destinado 100 millones de bolivianos. Esta erogación está fuera de toda obligación estatal, si se ve que se trata de favorecimiento a entidades privadas, por muy sociales que sean.

Por encima de ese mimo hay dirigentes de la COB que serán directamente beneficiados a través de 56 escaños parlamentarios. Beneficio no únicamente por el honor de ser miembro del primer Órgano del Estado, sino por la dotación de un considerable salario, a manera de pensión segura por cinco años, sin mayores esfuerzos. Por supuesto, se puede predecir que no todos estos candidatos serán elegidos, por las mermas electorales al cabo de 14 años de Gobierno.

Esta postulación significa una gran depuración de los sectores agrarios y campesinos favoritos del oficialismo hasta ahora en la conformación de senadurías y diputaciones. Este giro no se hubiera dado sin la entrega sin límite de la dirigencia de la COB al Gobierno, hecho que tuvo antecedentes en los últimos años, aunque más personales que corporativos como al presente. Así quedan atrás la independencia sindical y la consecuencia con las bases.