EDITORIAL    

Aprestos para nuevas elecciones



En buena parte del pueblo existe el criterio de que las elecciones de octubre podrían tener el mérito de dejar lecciones a los políticos; que las experiencias sufridas sean beneficiosas para que no cometan los mismos errores que determinen nuevos fracasos; pero, las inquietudes demostradas por los grupos partidistas prueban que nada han aprendido, especialmente en niveles de la militancia que está desorientada, confusa, decepcionada con lo sucedido y desconcertada sobre el futuro. Esa militancia, en buena parte, considera que los dirigentes, debido a su excesiva soberbia, creyeron tener asegurados resultados favorables y que nada o poco habría para corregir.

La dirigencia de partidos, y mucho más los propiciadores de algunas candidaturas, han jugado (si cabe el término) a las elecciones y han creído que su triunfo era seguro por los malos pasos del partido masista que tuvo a su cargo durante casi catorce años el gobierno de la nación; creyeron que los yerros cometidos eran favorables a ellos, creídos de representar al pueblo ya “cansado” de la dictadura con tintes constitucionales; errores garrafales que les aseguró fracasos descomunales.

Los políticos y sus promotores no han aprendido, no saben qué es lo que quieren y, lo más grave, viven convencidos de que la población los prefiere y ahora, con el nuevo proceso –esta vez para elegir gobernadores o prefectos, alcaldes y munícipes– tienen aseguradas las ganancias que los coloque en sitial de una oposición fuerte y constructiva. Parece que prima en los políticos el principio: “Si no logramos lo máximo, es justo buscar lo mínimo”. Y así, empezaron campañas débiles y disgregadas, sin consistencia y sin ningún sabor a unidad, a conseguir una fuerza que sea fortaleza de unión coherente que ofrezca alguna seguridad y, sobre todo, la concreción de obras que beneficien a los diversos pueblos del país. Hay demagogia y populismo en los discursos que el pueblo no cree porque la decepción sufrida en octubre aún no cicatriza. La población se pregunta: ¿Qué esperan los políticos para unirse y conformar un solo frente que tenga posibilidades de vencer al oficialismo? ¿Por qué no renuncian a su soberbia los políticos y toman conciencia de que si son elegidos por el voto debe ser para servir al país y abandonar la pretensión de servirse de él? ¿Por qué creen que solitarios se bastan y no necesitan de coaliciones o acuerdos con otros partidos, aun teniendo certeza de su absoluta orfandad?

Si partidos y posibles candidatos consideran que pueden tener posibilidades de ganar mayorías en gobernaciones y alcaldías ¿por qué no conforman un solo grupo? ¿Qué les impide abandonar su petulancia y creer que el pueblo cree y confía en ellos? ¿Podrían tener un mínimo de humildad y reconocer que hasta ahora están en permanentes fracasos que podría alejarlos más de gobernaciones y alcaldías que el partido de gobierno está dispuesto a copar?