OPINIÓN    

Señor, ayúdame y no te olvides de mí

Floren Sanabria



Me abruma la enormidad de las exigencias de la paternidad. Señor, si no te tuviera constantemente a mi lado, mis esfuerzos serían en vano. Te alabo por ser fuente de todo gozo, victoria, dignidad personal y gratitud en mi vida. No dejes que te dé la espalda y arroje tu Biblia si estoy metido a fortiori entre dirigentes rojos de extrema izquierda. Ayúdame, Padre, a inculcar en mis hijos sentimientos saludables de valor personal, aunque los míos a veces se encuentren muy bajos. Concédeme la habilidad de estimular sus buenas cualidades con expresiones de aprecio y palabras de ánimo. Sujeta mi lengua, cuando debería estar escuchando en lugar de hablar tonterías. Quiero estar listo para escuchar cuando me necesitan. No permitas que los reprenda innecesariamente, ni que emplee un tono de voz áspero cuando los discipline en esta etapa de crisis moral. Dame paciencia todos los días para ayudarles a formar un carácter humilde y una actitud de respeto y temor a Dios bendito.

Concédeme sabiduría para acceder a deseos razonables y valor para negar los pedidos de cosas que podrían perjudicarme, como el ser corrupto. Que una sonrisa ilumine mi rostro cada día por la “pega” que tengo, gracias a ello puedo llevar el pan de cada día a mi hogar. Que la felicidad, la tranquilidad y la risa llenen nuestro hogar. Concédeme la habilidad para reconocer cuando debo dejar de lado el trabajo para disfrutar de experiencias que se presentan en forma inesperada. Confío en que me ayudarás a atesorar recuerdos agradables y tradiciones familiares para el futuro. Perdóname por los numerosos errores y fracasos cometidos en el pasado. Quita de mi todo sentimiento de culpa, enojo o resentimiento que podría perjudicar mi relación con mis hijos y mis buenas amistades.

Ayúdame, Divino Jesús, a manifestar amor por mis descendientes desde sus tiernos años y durante toda la vida, para que conozcan lo que es el amor, el respeto, la colaboración mutua, por haberlo experimentado en el seno de nuestro hogar. Padre, mis hijos también son tuyos. Los encomiendo en tus manos poderosas. Que el ejemplo que doy a tu servicio inspire amor en ellos y el deseo de servirte para siempre.

Señor, ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes y a no decir mentiras para ganar el aplauso de los débiles. Si me das fortuna, no me quites la felicidad. Si me das fuerzas, no me quites la razón. Si me das éxito, no me quites la humildad. Si me das humildad, no me quites la dignidad. Ayúdame siempre a ver la otra cara de la medalla, no me dejes inculpar de traición a los demás, por no pensar igual que yo. Enséñame a querer a la gente como a ti mismo, y no juzgarme como a los demás. No me dejes caer en el orgullo si triunfo, ni en la desesperación si fracaso. Más bien recuérdame que el fracaso es la experiencia que precede al triunfo. Enséñame que perdonar es lo más grande del fuerte y que la venganza, el desquite, es la señal del débil. El errar es humano y el perdonar es divino. Si me quitas éxito, déjame fuerza para triunfar del fracaso. Si yo faltara a la gente, dame valor para disculparme, y si la gente faltara conmigo, dame valor para perdonar. Señor, si yo me olvido de Ti, no te olvides de mí porque soy pecador en esta tierra.

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