Bolivia es un país, como otros cercanos o lejanos, con problemas internos y externos, sueños y realidades, avances y retrocesos, que marcan su destino de cara al futuro, en un mundo globalizado, donde inclusive Cuba, un Estado socialista en el continente latinoamericano, va declinando poco a poco respecto a los postulados del movimiento revolucionario del 26 de julio de 1956.
En consecuencia los más se sienten postergados porque no les han llegado empleos ni se hizo patente el apoyo conforme a la oferta electoral y los compromisos contraídos oportunamente. En este marco el sinsabor social tiende a propalarse entre aquéllos, en particular, que creen haber sido defraudados en sus expectativas de mejorar su calidad de vida, saliendo de la pobreza. Pero sucede que están en las mismas o en peores condiciones que antes, pese a que organismos internacionales afirman lo contrario.
El conjunto nacional -representado por el Gobierno central, Poder Legislativo, gobernaciones, gobiernos municipales, organizaciones sindicales obreras, campesinas y partidos políticos, oficialistas y de oposición- debe determinar, con una responsabilidad compartida, la agenda política, económica y social para la gestión 2012, priorizando, desde todo punto de vista, el bien común. De no ser así estaríamos reeditando el pasado nada halagüeño.
Y despojado de todo interés mezquino, sectario o partidario, tiene que asumir con humildad la misión que le han encomendado la historia y los hombres, que es la instauración de una paz social duradera, en la perspectiva de generar unidad e integración, sin privilegiados, sin inquina política, sin regionalismo disociador, sí con pan, techo, libertad, seguridad ciudadana y jurídica.
El diálogo, la concertación y el consenso (que quiere decir desprendimiento por una causa justa, noble y patriótica) deben influir, decididamente, en el ánimo de gobernantes y gobernados, de ricos y pobres, de neoliberales e indigenistas, a fin de promover el engrandecimiento nacional, que signifique un futuro digno y llevadero para todos quienes han nacido signados por el rojo, amarillo y verde, en el campo, la mina y la ciudad, del territorio patrio. Entonces estaremos en condiciones de afirmar que no habíamos “arado en el mar” sino que logramos frutos para cosechar a favor de nuestros hijos y nietos.
La imposición en el pasado mediato e inmediato nos castigó duramente con el desencuentro, que alentó las voces de la discordia en desmedro de la avenencia tan requerida hoy como ayer. En consecuencia ha echado por la borda las esperanzas tendentes a construir una Bolivia con amplia base de justicia social, bajo la égida de la unidad e integración nacional, como paradigma en el corazón del Cono Sur, hecho que ha postergado nuestra pretensión de movilizarnos hacia un desarrollo sostenido, con mejores días para la población boliviana, sin grupos excluidos ni favoritos.
En suma: conscientes de la realidad que nos atinge debemos esforzarnos si queremos salir adelante, considerando que “la unión hace la fuerza” o, en caso contrario, tendremos que lamentar nuestra desidia ante quienes nos sucederán, entonces puede recaer sobre nosotros el baldón, salpicando a nuestros descendientes.
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