Buenos Aires, (EFE).- La presidenta argentina, Cristina Fernández, abandonó ayer el hospital y regresó a su residencia oficial de Buenos Aires con inmejorables noticias tras sufrir una operación de tiroides por un diagnóstico de cáncer que finalmente fue descartado.
“El estudio histopatológico definitivo constató la presencia de nódulos en ambos lóbulos de la glándula tiroides de la Presidenta, pero descartó la presencia de células cancerígenas, modificando el diagnóstico inicial”, señaló el informe médico leído por el vocero presidencial, Alfredo Scoccimarro.
Cristina Fernández, de 58 años, fue ingresada el miércoles en el prestigioso hospital Austral de la provincia de Buenos Aires para someterse a una tiroidectomía total por un carcinoma detectado en el lóbulo derecho de su tiroides.
Acompañadapor sus hijos
Las biopsias han confirmado, sin embargo, que la glándula tiroidea presentaba “adenomas foliculares”, agregó el parte médico que confirmó que Fernández no precisará tratamiento con yodo radiactivo tal como se había anunciado en un principio.
Apenas unos minutos después de que el vocero leyera el informe médico, Cristina Fernández abordaba el helicóptero presidencial que la esperaba en el predio del hospital y regresaba a su residencia oficial de Olivos, en las afueras de Buenos Aires, acompañada de sus dos hijos, Máximo y Florencia.
Fernández fue intervenida por el cirujano Pedro Saco, uno de los más reconocidos del país, bajo la supervisión del equipo médico presidencial.
Este error de diagnóstico en este tipo de enfermedad “es una cosa no digo habitual, pero que puede pasar, en los mejores equipos puede ocurrir”, apuntó ayer Ernesto Puentes, especialista en cirugía de cabeza y cuello, en declaraciones a una cadena de televisión local.
Alegría
La noticia fue recibida con aplausos y gritos de alegría por los cientos de simpatizantes oficialistas acampados en las puertas del hospital Austral, uno de los más avanzados de Argentina.
Un mar de banderas, pancartas, fotografías de Fernández y de su esposo, el fallecido expresidente Néstor Kirchner, y hasta improvisados altares con vírgenes y cristos han acompañado a este “campamento del aguante” en solidaridad con la mandataria.
De poco han servido las reiteradas peticiones del personal del hospital, propiedad del Opus Dei, para que los militantes oficialistas rebajaran el tono de sus celebraciones por respeto al resto de los pacientes ingresados en el centro sanitario, ubicado unos 60 kilómetros al Norte de Buenos Aires.
El “campamento”, nutrido, entre otros, por miembros de La Cámpora, la agrupación de la juventud peronista impulsada por Máximo Kirchner, el hijo mayor de la Presidenta, comenzó a desmantelarse tras la retirada de Cristina Fernández.
En contraste con el bullicio de los militantes en las inmediaciones del hospital, dirigentes peronistas y miembros del Ejecutivo han respetado la decisión de Fernández de mantenerse en la intimidad durante estos días y se han informado sobre su evolución a través del teléfono y de conversaciones con su hijo Máximo, que ha adquirido un inusitado protagonismo.
Uno de los pocos que, según medios locales, tuvo un breve acceso a Fernández en el hospital fue el vicepresidente Amado Boudou, a cargo de la conducción del Gobierno durante la baja médica de la Presidenta.
Boudou ha mantenido un perfil muy bajo durante esta semana y ha centrado su agenda en temas económicos, los más familiares para quien fue ministro de Economía durante la primera legislatura de Fernández.
La Casa Rosada no ha confirmado aún si, a la vista de este cambio de diagnóstico, Cristina Fernández mantendrá la licencia prevista hasta el próximo 24 de enero.
Tampoco han aclarado si la Presidenta viajará en los próximos días a su residencia de la localidad patagónica de El Calafate, su “lugar en el mundo”, como ha reconocido en más de una ocasión, y donde falleció Néstor Kirchner en octubre de 2010.
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