Recuerdos del presente
Los países vecinos ya no tienen que preocuparse por la incapacidad boliviana para producir gas natural: ahora están los yacimientos de gas no convencional, que han surgido como hongos y han convertido a los vecinos en potencias.
Estuvieron allí durante millones de años y de pronto, estos yacimientos han revolucionado el paisaje de los hidrocarburos, de tal manera que ahora Chile tiene más reservas que Bolivia, y Paraguay también, mientras Estados Unidos exporta gas.
La geología fue un poco mezquina con Bolivia, dicen los geólogos. Aquí hay de todo, pero muy poco de todo. Un empresario petrolero dijo en agosto que los impuestos bolivianos al sector son demasiado altos para el tamaño que tienen los yacimientos en el país. No estaba enterado de que el Gobierno ha revisado de tal manera la política tributaria petrolera, con medidas dictadas por debajo de la mesa, que ahora la carga es proporcional al tamaño de los yacimientos.
Argentina figura, en esta nueva geografía del gas, con 774 TCF, Brasil con 226, Chile con 64, Paraguay con 62. La tabla es encabezada por China, con 1.275 y Estados Unidos, con 872 TCF.
Los dioses han dado una nueva mano de cartas, y las que le tocaron a Bolivia, en materia de gas no convencional, son ridículas: sólo 48 TCF. Habría que esperar otra mano.
Pero el gas convencional boliviano, en proceso de explotación, necesita ser tratado de otra manera. En los años setenta se dio un debate nacional, antes de que se firmara el contrato con Brasil, sobre si convenía exportar el gas o dejarlo para el consumo interno. Treinta años después se comprueba que tenían razón quienes decían que si se exportaba gas, no quedaría el suficiente para la siderurgia. Lo decía Marcelo Quiroga Santa Cruz.
La decisión de Jindal, de llevar su situación ante un tribunal internacional es la comprobación de aquella tesis. La empresa ha llegado a la conclusión de que los 10 millones m3/d de gas natural que necesita para desarrollar el Mutún y producir acero no están a la vista, salvo que el país vaya reduciendo sus compromisos de exportación. (“Entonces, ¿de qué vamos a vivir?”)
Jindal es una empresa extranjera que puede darse el lujo de patear el tablero de las negociaciones con el Gobierno boliviano. Son cientos las empresas bolivianas que no saben cómo denunciar que a ellas les está faltando el gas. Algunas han llegado a sugerir que podrían, si fuera necesario, subir el precio que pagan por el gas, siempre y cuando lo reciban en los volúmenes necesarios.
Las redes domiciliarias se expanden en algunas ciudades del país, en medio de denuncias de corrupción, pero avanzan. Lo que no se dice es que esas redes no transportan gas, porque no existe el fluido necesario. Son domicilios conectados a una red que no lleva gas.
Dice el presidente Morales que él aprueba gastos sin saber de qué se trata, ni cuánto van a costar. Se ríe de los bolivianos que votaron por él.
Sería bien que alguien proponga este debate, en serio, ante el Gobierno.
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