Posesionados en sus funciones los 56 nuevos magistrados, el tiempo dirá si el procedimiento electoral que los lleva a manejar la justicia del país sirvió para mejorar los vicios que degradaron a buena parte de los anteriores jueces y magistrados, o si los nuevos caen en los mismos males. No es buen comienzo que el voto popular nulo o blanco hubiese casi alcanzado el 60% del total de sufragios en la pasada elección y que el candidato más votado no sobrepasara el 5 al 6% del escrutinio, todo según el Tribunal Supremo Electoral.
Tampoco los avala que la selección de precandidatos lleve el exclusivo e indeleble sello de oficialismo. En el acto de posesión en la ex - Corte Suprema de Justicia abundaron los buenos deseos y los lugares comunes de la oratoria en estos casos, como terminar con la retardación de justicia, no discriminación y servir con honestidad al pueblo, etc. Pero la novedad está en el anhelo del primer mandatario de “exportar nuestro modelo de justicia”…
Como en otros capítulos del actual proceso se percibe la importancia que se da al cambio de nombres de las instituciones públicas. La Corte Suprema ahora es Tribunal Supremo, al Tribunal Constitucional se le añade el adjetivo Plurinacional, el Consejo de la Judicatura se denomina Consejo de la Magistratura, empero así como “el hábito no hace al monje”, el nombre no hace buenas ni malas a las instituciones.
Sin duda, sopesando la inexperiencia, por no decir la improvisación, de los debutantes magistrados, la Ley de Transición al Órgano Judicial les concede una especie de periodo de calentamiento, de modo que las 10.000 causas pendientes al 31 de diciembre 2011 pasarán a conocimiento de los vocales suplentes -igualmente inexpertos-, tanto del Tribunal Supremo como del Tribunal Agroambiental, mientras los titulares de ambos sólo conocerán las causas nuevas a partir del 3 de enero 2012, asegurándoles una vacación prolongada porque los juicios tardan años en elevarse al Tribual Supremo. No queda clara la enorme carga procesal para unos y el ocio rentado para otros. Sucede que el Tribunal Constitucional es el único que cuenta con suplentes reconocidos por ley, en cambio, no el Tribunal Supremo, lo que planteará la nulidad de tales actos. La Corte Suprema contemplaba conjueces para casos especiales, cosa distinta de los suplentes. Por su parte el Consejo de de la Magistratura designará a “ojo de buen cubero” al personal encargado de liquidar los procesos disciplinarios no resueltos en las fechas ya señaladas.
Mucho aspaviento se da a la supuesta “gratuidad” de la justicia a partir de la presente transición. Bien vista sólo ahorrará a los litigantes 1 y 2 bolivianos, costo de los timbres judiciales. El 2013 recién cesará la compra de formularios de notificación y papeletas de apelación. Sin embargo nada se dice de los aranceles exorbitantes recaudados por las oficinas de Derechos Reales, en un país de propietarios como es el nuestro, y cuyos porcentajes por registros de compra-ventas, hipotecas, anticresis y otros son gravosos en exceso.
No todo es malo ciertamente y cabe mencionar positivamente la anulación de los bonos que a mitad y final de año -muy sueltos de cuerpo- percibían magistrados, jueces y personal subalterno en número indeterminado, es decir, 15 sueldos al año incluido el aguinaldo. A los facundos elaboradores de leyes se les olvidó que la Constitución, la Ley Orgánica del Poder Judicial y la Ley del Consejo de la Magistratura vigentes, no sólo disponen la autonomía como tal, sino también la autonomía económica del Órgano Judicial, además que, inclusive, sus recursos propios, timbres y aranceles de Derechos Reales, forman parte del presupuesto judicial según la misma legislación.
En conclusión, el desafío de erradicar la corrupción y la retardación de justicia no se cura con una elección insuficiente, ni con discursos y juramentos, sino mediante una mística justiciera poco común en estos tiempos. De ahí que cualquier selección que no emane de la calidad ética, más que de la sabiduría de los elegidos, siempre será dudosa, y la armonía social, en mucho dependiente de la justicia, no puede darse ese lujo. “Por sus frutos los conoceréis”, rezan las Sagradas Escrituras.
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