Los regímenes políticos, sean autoritarios o autocráticos, tienen en la mayoría de los casos ideas fijas y planes dogmáticos que son considerados fórmulas infalibles para gobernar por siempre con la idea de dejar atrás “malos tiempos” y llegar al paraíso prometido donde todo será felicidad y amor.
Uno de los instrumentos para llegar a esos utópicos planes es, en primer lugar, evitar la menor crítica o comentario sobre su gestión y, al mismo tiempo, considerar que todo es color de rosa, que no se comete errores y, en general, que se va en dirección al paraíso, donde no habrá problemas, desaparecerán las clases sociales e inclusive no existirá el Estado. Junto a ese plan de evitar que se haga la menor crítica a la nueva situación, (a veces llamada “proceso de cambio”), lo primero que se piensa es tratar de acallar los medios de comunicación, vale decir amordazar a los periodistas, acabar con la libertad de prensa, amenazar a los periódicos, radioemisoras, canales de televisión y cualquier medio que haga conocer simples comentarios y señalamiento de errores, por decir lo menos.
Esa mentalidad de controlar los medios de comunicación es tanto más intensa cuanto los gobiernos represores cometen más errores, cuando están cada vez más alejados de las leyes del desarrollo de la sociedad y están poseídos de ideologías naturalistas y emocionalistas para imponer sus puntos de vista.
La actual realidad comunicacional boliviana enfrenta esas latentes amenazas, aunque éstas han chocado contra un muro de cemento armado de la opinión pública y en especial contra los medios de comunicación, así como los periodistas que, ante los ominosos peligros, han hecho conocer su voz que, al mismo tiempo, se ha traducido en actos que llegan al heroísmo.
Pero, al mismo tiempo, las esferas oficiales no dejan de buscar “cinco pies al gato” y para mostrar que sus errores son aciertos, tratan de acudir al monopolio de los medios de comunicación, como demostró el Ministro de Comunicación, quien tal vez por salir de un largo tratamiento médico, en un informe aseguró que “por primera vez se cuenta con un periódico del Estado” con corresponsales en seis ciudades, que cuenta son revistas y separatas “haciendo lo más equilibrada su labor, porque esa es la recomendación del presidente Evo Morales”. (7 enero, 2012).
En esa tendencia monopólica el funcionario estatal confirmó que el Canal 7 ya tiene 167 repetidoras y que “ni un canal privado tiene esa cantidad”. Al mismo tiempo confirmó que la radio oficialista controla 39 radios comunitarias y que “en breve instalará 80 radiodifusoras”, agregando que se consiguió “un financiamiento que hará posible la instalación de las nuevas radios comunitarias”.
En la rendición pública de cuentas de dicho Ministro no se dijo ni una palabra sobre el costo que significa mantener ese aparato mediático, ni de dónde salen los fondos para financiar tan voluminoso sistema, sin tomar en cuenta la fantástica publicidad en medios privados y ni qué decir acerca del origen de la financiación del diario oficial por alrededor de un millón de dólares al año, aparte del anuncio de que se comprará en breve la imprenta más moderna para continuar su política informativa.
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