Diversos anuncios programáticos de algunas tiendas partidarias que intervienen en la conducción del Estado han levantado la bandera de la “descolonización” de Bolivia y, en ese sentido, anunciaron programas de cambio, en especial en lo que se refiere a usos y costumbres de algunos sectores sociales, así como de algunos organismos estatales.
La oferta de esa política fue recibida con optimismo, pero en cuanto se refiere al campo económico, ahora se constata que sólo se producen enormes retrocesos y así, en vez de que se cumpla la descolonización, el país marcha en sentido contrario, o sea hacia una colonización peor que la anterior.
En efecto, mientras las altas esferas burocráticas afirman, de boca para afuera, que se está descolonizando al país, en los hechos más bien se lo está colonizando, es decir que se está practicando un neocolonialismo rampante y, todo ello, a título de combatir al neoliberalismo y otras lindezas.
En primer lugar se planteó una descolonización política con base en sonoros slogans, pero finalmente han quedado en el olvido, por lo que el proyecto quedó poco menos que en cero. Pero esa etapa ha sido superada y al presente el neocolonialismo está siendo cultivado con gran dedicación y recursos, debiendo agregarse que lo que antes existía de nacional, ahora ha desaparecido y, en cambio, han vuelto a aparecer los síntomas del pasado colonial. La manifestación más objetiva del retorno al coloniaje se encuentra en varios aspectos económicos, entre ellos los siguientes:
El país ha dejado de producir los alimentos necesarios para su alimentación y la tendencia sigue creciendo de manera preocupante. Es más, el país está dependiendo ahora del contrabando y la importación oficial de alimentos básicos. En síntesis, Bolivia ha perdido la soberanía alimentaria.
También el país depende de la importación de gasolina, diesel y gas por un monto de cerca de mil millones de dólares.
Bolivia ahora se convierte en país monoproductor y exportador casi exclusivo de materias primas en altas proporciones. Sus ingresos dependen de las exportaciones de dos o tres materias primas, en particular minerales y algún hidrocarburo. Pero esta situación es peor aún, porque si bien han subido los precios de las materias primas, minerales, por otro lado la producción de artículos tradicionales ha caído considerablemente y estamos exportando menores volúmenes. Ese problema sólo está siendo contrarrestado por la extraordinaria elevación de las cotizaciones en el mercado internacional y si no fuera eso nos veríamos en figurillas.
Informaciones originadas en el INE señalan que han caído los volúmenes de producción de azúcar, alcohol y derivados en 138.000 toneladas; en cuanto a girasol y derivados el volumen cayó en 117.000 toneladas; respecto a confecciones de textiles la producción se redujo en 423 toneladas y en relación con maderas y manufacturas, el volumen producido fue menor en 31.000 toneladas el año pasado.
Los datos del INE agregan que durante al año pasado el volumen de las exportaciones de productos tradicionales bajó nada menos que en unas 200 mil toneladas. Pero esos datos numéricos se traducen en conceptos generales que significan que el país ha pasado a depender de la exportación de dos o tres materias primas y ha dejado de producir otros renglones y que debe, por tanto, importarlos.
En síntesis, en vez de que en materia económica el país se descolonialice, más bien se está colonizando más. Llegó para Bolivia el tiempo de la neocolonización.
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