Amanecí en Beirut

“Una noche muy larga acaba de comenzar. Ruido de maquinaria pesada trabajando durante toda la noche y el llegar a los brazos de Morfeo ha sido inalcanzable. Si de por sí uno es noctámbulo por naturaleza y la noche es la mejor compañía mientras dura, es mucho más complejo lidiar y sobre todo pretender conciliar el sueño con esos taladros abriéndose campo a través del asfalto. En fin, es por una buena causa y seguramente están asfaltando la calle por fin. Paciencia será mi compañera esta noche y a la espera, cuasi utópica, de la llegada de la mañana ya que es día de trabajo. El ruido, si bien es hipnotizante, la espera del amanecer es casi insostenible y he dado más vueltas en la cama de las que puede llegar a tener una oreja. Contrariamente a lo que cualquier vampiro espera, si es que existen, me alegro de la llegada del sol y el arribo del amanecer. Un poco adormilado todavía pero con la hora justa para llegar al trabajo es que me doy un duchazo harto violento, tomo un desayuno ligero, no digno de un campeón peso completo, y ahora que termino justo sobre la hora de hacerme el nudo de la corbata termino de abrir la puerta y pareciera que

amanecí en Beirut… ese Beirut de tiempo malos donde era bombardeado todos los días. La calle está destrozada, puro huecos y charcos debido a la continua lluvia que cayó toda la noche. Esto iba a estar asfaltado – reflexiono mientras eludo todo este barro. En lo que diviso un cartel que anuncia la conexión de gas domiciliario y que se disculpan por las molestias causadas, vanamente intento eludir la fuerza de gravedad. De forma indefectible caigo en uno de los incontables charcos formados y obviamente toda la percha queda mucho muy maltrecha. Debo volver a casa a cambiarme porque tengo barro hasta en las muelas y obviamente llegare con mucha demora al trabajo e intentando rememorar las épocas de colegio urdo alguna excusa, aunque dudo que el jefe me crea algo a la altura de… el perro me empujo al charco y se comió mi tarea”