Lluvia

Aún me consumen ciegas barcarolas,

bocinas de la lluvia, letanías,

largas ráfagas tibias.

En el pajar del día

la magnolia ritual, cálida sombra

se anega de improviso.

Caen gotas dormidas de las vigas,

dibujan escrituras vagarosas,

pongo tiestos oscuros que resuenan.

Oro y dulzura

esplenden en los tibios goterones.

¡Soledad de la lluvia

sobre el castaño azul de los catorce!

Huían las arañas

acosadas por garras transparentes,

los zócalos sedientos

embebían el filo de los cielos.

Me estoy horas enteras

oyéndolas tañer en la memoria,

tamborilear sus yemas en mis sienes.

Gotas sin fin, anillos, pedrerías,

collar desbaratado entre las tejas,

acompasados golpes, trotes, pasos.

El alma gime ahora entre las uñas,

va desnuda por largos corredores

tiritando de lumbre y de presagios.

Joyas y charcas brillan hacia adentro,

humedecen de luz hasta las lágrimas.

¡Hoy, plaza más desierta que ninguna,

ceniza de antañar, banco mojado,

la juventud es mancha en las paredes!

Huelo plumas de pájaros,

tibieza y humedad a la intemperie.

¡Enfermo de llorar en las alcobas,

de recortar oscuras mariposas,

de volar por los aires del otoño!

Arena desolada, pasa el viento

gritando en los alambres.

Aún me consumen ciegas barcarolas,

bocinas de la lluvia, letanías,

¡largas ráfagas tibias!