La letra entra con sangre

Por: Prof. Lenía Tintaya Yucra

Han pasado tantos años de aquella educación, donde la letra entraba con sangre. Presentarse en la escuela con impecable presencia. El bedel revisando en la formación que los zapatos estén bien lustrados, el guardapolvo planchado, uñas recortadas, el pañuelo limpio y finamente planchado y doblado. Una formación casi militar: “cubrir y alinear”, pobre del que se mueva, si alguien lo hace, el de atrás déle un cocacho bien dado, eran las frases clásicas del regente o Director.

La asistencia a la escuela con puntualidad matemática era norma. Ingresar a las aulas y seguidamente el bedel pasando la lista y preparando el castigo para los atrasados, faltones y los que no hicieron las tareas. La palmeta cuyo nombre era “Pedro Moreno”, saca lo malo, mete lo bueno, para dar tres palmetazos a los indisciplinado o por traer la carpeta manchada. Faltar a clases sin licencia, no hacer las tareas eran delitos graves, que se castigaban con el látigo o el “quimsa charani”, un chicote de cuero trenzado con tres puntas, con nudos gruesos en las terminales. Además, había el cargador, quien era el que sostenía sobre sus espaldas al que había cometido la falta. El chicotazo hacía “vivir” al que los probaba.

A este sistema de disciplina aplicado a los niños de la escuela se denominaba “LA LETRA ENTRA CON SANGRE”. Luego de haber ajustado las cuentas, se procedía a rezar la oración de la mañana, y en colegios católicos se celebraba la misa. Además, en la primera hora de cada lunes había la “Hora Cívica”.

La clase de lectura se lo hacía al unísono, mediante un clásico compás monótono y permanente, en el llamado tono escolar. Las clases de lectura del catecismo se lo hacía también en coro y casi a gritos. El conteo se enseñaba a base del ejercicio memorístico. El aprendizaje de la tabla de multiplicar, también era en coro y al unísono; dos por uno, dos; dos por dos, cuatro; dos por tres, seis, etc. Los bedeles eran los niños más aplicados y algo mayores en edad que los demás, revisaban las lecciones con todo detalle y sin que falte una coma. Un cuaderno de caligrafía servía para las lecciones de escritura que se iniciaba con una serie de puntitos, seguido de palitos inclinados, verticales, horizontales que se trazaban en las hojas el cuaderno. Recordemos que antes no había kinder.

¿CUÁNTO HA CAMBIADO HOY?

Hoy por hoy, si algún profesor, si solamente grita a un estudiante por no cumplir sus deberes, en pocos días el profesor estará compareciendo ante el Tribunal de la Defensoría de la Niñez o Adolescencia por violencia psicológica. Sin embargo, no debemos olvidar el proverbio: “Instruye al niño en su camino y aun cuando fuere viejo, no se apartará de ella.” O este otro que está mejor: “El cabestro para el lomo del asno y la vara para el lomo del necio”. Bajo esta premisa si el anterior sistema ha tenido muy buenos resultados y frente a los contrastes que la educción sufre hoy ¿qué lo que está fallando?

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