Los varios rostros del MAS

El régimen de gobierno del Movimiento Al Socialismo, que administra el Estado Boliviano hace seis años, tiene varios “rostros” que reflejan las varias posturas ideológicas y tendencias que hacen a su discurso difuso y a veces contradictorio, como a las pugnas internas originadas precisamente en esas posturas, cuando no a la lucha por el poder.

El discurso “indigenista” fue uno de los primeros esgrimidos por sus teóricos, entre ellos el actual ministro de Relaciones Exteriores, David Choquehuanca, Félix Patzy, Eusebio Gironda, el vicepresidente Álvaro García Linera y otros, discurso con rasgos “racistas”, pues proclama la superioridad de los indígenas y su cultura sobre las blanco – mestizas (que son la mayoría) y que tienen como objetivo “indigenizar” al país, con la falacia de que la mayoría del país es indígena, cuando según los levantamientos de datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) hace más de un lustro, de una población de poco más de nueve millones de habitantes un millón y medio eran aymaras y dos millones doscientos mil quechuas; según el ex Ministerio de Asuntos Indígenas, por el idioma hablado, un millón y medio hablaban quechua y un millón aymara, guaraní cerca de cincuenta mil, otros cerca de treinta mil (datos de 2005).

Este discurso indigenista sigue siendo propalado por algunos portavoces gobiernistas, en especial por el señor García Linera que hace un par de semanas en la localidad Colomi, una vez más, se estrelló contra los karas (los no indígenas), pidiendo a los campesinos reunidos evitar su retorno al mando del país, y en otra reunión con las bases indígenas (ahora sembradas) se declaró de alma indígena, sin embargo gusta de la compañía de las ex mises cruceñas, símbolo del criollismo blancoide de esa región.

Esta cara “indigenista” (debemos recordar que el indigenismo es una postura colonial, construida por los españoles colonizadores para distinguirse de los indios), está atada al discurso “decolonizador”, que pretende rechazar y desprecia (sólo de discurso) la cultura occidental, greco – romana, judeo – cristiana, señalándola como la “cultura de la muerte” (en boca del Presidente del Estado Plurinacional) y como anotamos en una anterior nota, es una “impostura”, pues los descolonizadores hacen gala de colonialidad.

La otra cara del discurso masista es el socialismo de corte marxista, superado históricamente luego de la caída del muro de Berlín. El mismo Presidente del Estado Plurinacional se declaró marxista, leninista, socialista, comunista, siendo así el primer Presidente boliviano comunista. Esta postura está seguramente influenciada por el socialismo del Siglo XXI, de corte “chavista”, y sólo ha quedado en el discurso anti capitalista, anti norteamericano, anti neoliberal y a veces anti empresa o actividad privada.

El mismo Vicepresidente declaró: “no hemos derrotado todavía, económicamente a la derecha”, seguramente en referencia a la incipiente burguesía agroindustrial cruceña. En la realidad el modelo económico sigue siendo en buena medida “neoliberal”, seguramente por la realidad nacional en esta materia, y hoy los empresarios privados están más cercanos al Gobierno, seguramente siguiendo esa sentencia que dice: “Los empresarios (no todos) no tienen partido, tienen intereses”.

Otra de las caras del gobierno de la revolución democrático cultural es la “fascista”, la que exalta al Estado y el poder hegemónico y total de toda la actividad dentro de éste, la liquidación de todo atisbo de oposición mediante la persecución -en este caso judicial- y el control de la prensa y de toda expresión pública. Si bien es cierto que estos años hemos gozado de libertad de expresión y comunicación -con algunas restricciones- en los planes estratégicos y algunas disposiciones legales emitidas por el Órgano Legislativo de mayoría oficialista, está el control de la opinión y la prensa.

También el exagerado “caudillismo” del Presidente del Estado y la concentración de poder en su persona, es otro de los rasgos fascistas que doctrinariamente exalta al “Jefe indiscutible”, que manda y ordena.

Finalmente tenemos la cara democrática con algunos rasgos liberales, como la de convocar a las urnas con demasiada frecuencia (en estos seis años hemos estado cinco en las urnas) para darle al régimen un rostro de legitimidad, cuando en verdad es parte de la sumatoria para el poder total, y los ejercicios electorales se realizan con visos de fraude y a cargo de autoridades electorales parcializadas con el oficialismo.

También se permiten ciertas libertades, mientras no sean afectados los planes políticos del régimen. El control de los poderes u órganos del Estado por el Gobierno y la presencia de su militancia en todos los niveles del aparato público, en general muestran mucha acumulación de poder y deficiente gestión.