[Raul Pino]

Origen de los accidentes aéreos


Los accidentes de aviación, por la naturaleza de la actividad y por desarrollarse en un medio difícil y hostil como la atmósfera, presentan complejidad en el momento de desentrañar la causa o las causas que los han originado. Como ejemplo se puede citar que un accidente en un principio puede atribuirse a error del piloto, a una falsa maniobra y hasta a su precario estado psicológico. Luego de la investigación se determina que tal presunción no era correcta, pues el mal funcionamiento se originaba en un aparato o instrumento que emitía datos y lecturas no verdaderas. Más tarde, inversamente, un defecto aparente de material o de los propulsores en un accidente, puede ser debido, como causa primaria, a un error o imprudencia humana.

Es corriente en los accidentes aéreos que las causas no se presenten aisladas, sino que concurran muchas de ellas conjuntamente, estructurando una serie de concausas, de las cuales resulta difícil encontrar la principal. Las causas externas se deben a la atmósfera y al espacio, pudiendo también ser otras de menor relevancia, como la temperatura, el estado higrométrico que es la humedad, la densidad de las corrientes, nieve, niebla, vientos, oscuridad. También es causa externa la infraestructura consistente en carencias o fallos de las instalaciones de electricidad, radio, radar, alumbrado, destinadas a proveer una mayor seguridad en las operaciones de carreteo, despegue y aterrizaje. Las causas internas provienen de las imperfecciones en la construcción de aviones, motores, defectos de estabilidad y sustentación y algunos otros.

Por supuesto que esta clasificación de las causas no es completa, pero hace una indicación plena de las causas estables. También existe una división de las causas con base en cuatro grupos: material volante, infraestructura, personal y a las circunstancias externas como la meteorología.

El lector se pregunta constantemente sobre la peligrosidad del aterrizaje y el despegue y no es una leve preocupación, ya que el aterrizaje es la fase más peligrosa de la navegación aérea, según las estadísticas, y se define como el periodo de aproximación en cual el avión en constante contacto con los servicios de radioayudas a la navegación, se apresta a tomar contacto con la superficie de la tierra. El despegue es la segunda fase en importancia en los accidentes y por ello las circunstancias suelen ser análogas a las del aterrizaje.

En la fase de vuelo se integran como causas la totalidad de las que suelen registrarse como errores, fallos de pilotaje o humanos, deficiencias de material, meteorología, servicio de control. En la fase de tierra los accidentes son estadísticamente reducidos y pueden acarrear consecuencias inmediatas al propio accidente, como incendios y explosiones.

Otra causal a mencionar es el choque con aves, significando que cada año se producen unos 3.000 choques de relativa importancia, el último registrado hace unas semanas de la compañía norteamericana US AIR, que felizmente no arrojó víctimas gracias a la pericia de los pilotos y la resistencia del hielo. Hace más de un año el último accidente de una prestigiosa aerolínea europea, al margen de causar consternación, nos hace reflexionar sobre la abrumadora utilización de medios electrónicos para la navegación que hoy se los cuestiona, como los sensores de la velocidad.

Con la introducción, hace varias décadas, de los propulsores a reacción se ha incrementado la importancia de esta causa de choques con aves y hoy es un factor de auténtico riesgo para la aviación, muy complicado de eliminar, puesto que ahuyentar a las aves de determinadas zonas y fundamentalmente de las proximidades de los aeropuertos no es emprendimiento fácil. Afortunadamente ante fracasos por la vía tecnológica, son los animales que ayudan al hombre de una manera eficaz, ya que el adiestramiento de halcones en determinadas zonas de febril concentración de aves, ha reportado muy buenos resultados, no sin reseñar que la informática también colabora a este problema informando a los pilotos de las aeronaves sobre la presencia de bandadas de aves.

El autor es Abogado Corporativo,

postgrado en Derecho Aeronáutico.

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