“Es viernes y ahora salí de la oficina camino a la terminal de buses con mucha premura ya que quiero coger un bus a la Tierra del Pagador lo antes posible. Aprovecho uno más de tantos feriados largos para ausentarme e ir por un buen rostro asado, pan dulce y ver cómo está el tío Azuceno que hace tanto no veo. Ojalá siga gerentando ese negocio de extroversión dancística para que la pasemos a pleno. Llego a la terminal para conseguir bus sin escalas a mi destino y casi al unísono suenan voces recitando el mismo poema... ¡sale a Oruro! Como nunca, el bus sale con puntualidad y yo estaré disfrutando del mejor cordero del país antes de lo imaginado. Empezando ya el primer tramo hasta llegar a la ciudad de El Alto empiezan con su show los comerciantes de la carretera, quienes con acento extranjero la mayoría, nos ofrecen milagrosos productos que cambiarán nuestras vidas. Lo extraño de todo es que sin importar si te ofrecen baba de algún animal o piedras mágicas, los efectos son los mismos. Debe recuperar el tiempo perdido, chofer – increpo sin mayor clemencia a los oídos de los presentes debido a la cantidad de decibeles registrados por mi tono de voz. Repito la acción un par de veces más hasta que emprendemos viaje nuevamente y llegamos por fin a la carretera. La felicidad me embriaga por la velocidad imprimida por el chofer del bus seguramente por su tórrido romance con la carretera. De la nada, y luego de una zigzagueada muy pronunciada mi embriaguez se torna en indisposición y decido ver por qué maneja de forma tan errante. Llego a la cabina para ver que no fui yo el único embriagado. Oiga, tenga cuidado!!! – increpo al chofer que prácticamente está cabeceando mientras maneja. Shhhhh – escucho de repente – si lo despierta va a empezar a correr. Es lo que su no menos odre acompañante asevera mientras pensativo regreso a mi asiento. me paso las siguientes dos horas pretendiendo decir algunas oraciones haciendo memoria de las clases de religión. Al llegar a destino y como si fuera el sumo pontífice Juan Pablo, bajo del bus, beso el suelo sin importar nada, el cordero espera”