Recuerdo un día cuando Evo Morales apenas era diputado por la IU (izquierda Unida) y yo por el Katarismo Nacional Democrático KND, justo en la oficina de su bancada, conversábamos sobre el viaje a Venezuela para ir a un evento de diputados “indígenas”; en esa ocasión le dije a Morales “¿así en tu traza vas a ir a Caracas”? Gonzalo Hidalgo, quien fuera en ese momento el asesor más importante, no sabía dónde poner su cara, porque alguien de esta manera trate a su Jefe.
Agregué indicándole que “como líder hazte hacer al menos un trajecito, pues representas a Bolivia. Y si no tienes un modelo apropiado te lo consigo, tengo una blusa con warawitas y bien bonito”; entonces Morales me respondió, “listo, tráelo”, y promesa hecha llevé el modelo para mostrarle y cuando lo vio me dijo “entonces tienes que ser el padrino”, rápidamente respondí que eso de padrino era colonial.
En esas épocas en la mente de Morales ciertamente el jean y las botas eran la vestimenta del revolucionario; mejor si trascendían a pólvora o barro; el traje, el lujo eran hábitos imperialistas, cosas de burgueses, dormir en hoteles era dar plata al capitalista; el pobre, el trabajador debía andar tal como es, sin asumir modos de vida burgués. Este es el discurso y la facha de muchos indigenistas: mascar coquita, colgarse una ch’uspa en el cuello, ¿hasta cuándo?, sólo hasta llegar al poder, pues luego viene la “dolce vita”. Pero eso no es gran novedad, sino repetición de las taras de una sociedad, donde los más sabios e ignorantes danzan en el mundo de la corrupción, la perversión y repiten siempre que son honestos.
Los cuatro años de parlamentario me sirvieron para ocuparme de las perversiones y el comportamiento de muchos parlamentarios; tengo apuntes casi para todos. ¿Qué vi?, con un poco de poder la soberbia fermenta la cabeza, tanto en ministros, diputados…, todos andan con exceso en la inteligencia.
Entre el poder y la soberbia va creciendo el deseo por cosas, y se va formando un pequeño mundo de perversión, en ese momento el hombre se vuelve cínico, ya no ve más las necesidades del pueblo, ni siquiera recuerda las condiciones en las que se desenvolvía.
Este punto es importante porque en ese mundo de simplicidad se encuba el deseo y la perversión; ahí esta el mal haber y el mal estar. Recordemos, Morales repite permanentemente que él podía vivir austeramente sólo con 15 mil bolivianos, bajo esa figura de austeridad deseaba incluso que sus amigos Santos, Linera, Novillo vivan en comunidad en la casa presidencial, así ahorrar recursos al Estado. ¿Y dónde quedó ese plan comunitario de bienes y mujeres, el de uno para todos y todos para uno?
La perversidad está en que, al principio, siempre se pregona el igualitarismo para todos; luego aparecen personas que trabajan más que los otros, y comen más que los otros, y llega un día en que se dice: “el Jefe trabaja más que todos”, se levanta a las cinco, madrugada y se acuesta a las tres de la madrugada, ¿Quién como Él?
Dirán entonces que el trabajo que realiza el Jefe a favor del pueblo debe ser recompensado, y ¿cómo? Con viáticos, con bonos, con vacaciones, ya no en hoteles de “mil estrellas” (que eso está bien para el chullpa pacha), sino sólo en hotelitos de seis estrellas; pues esto apenas recompone la “fuerza de trabajo” gastada para un pueblo que no deja de reclamar y de hacer manifestaciones.
A los ojos del “hermano indígena”, la gente está loca, su rebelión es la actitud de un malagradecido, pues el Jefe dio bonos a niños, a mujeres, a los ancianos; la vida de lujo, un avión que cuesta millones y un hombre que apenas llega a ganar 15 mil bolivianos es realmente el ejemplo de austeridad del único jefe indígena jamás visto en la historia del país.
¿Entonces por qué la población dice que el gobernante es un derrochador de dinero? Lo cierto es que la gente no mejora en sus condiciones de vida, sus ingresos no mejoran, el hecho de que el salvador del mundo indígena pague mil quinientos dólares por una noche y por una simple cama, para sus “movimientos sociales” es apenas una gota; ciertamente la ciudadanía se siente humillada por la actitud del defensor del pobre, por eso ahora todos consideran a Morales como el gran derrochador de dinero.
Toda perversión en el poder cierra los ojos del gobernante ante la realidad, el despotismo y el mal haber van juntos, y terminan con el déspota. Es en ese mundo donde se forma la oligarquía de turno y su lógica es muy simple: acaparar y acaparar, mientras el discurso exige honestidad, austeridad, el bien vivir. Lo típico de los regímenes populistas es que cuanto más hablan de revolución, más se acostumbran al derroche y la perversión.
Pero, ¿qué dicen sus amigos?, porque militantes no hay; sólo repiten que “antes era peor”, había gastos reservados, no daban al pueblo, pasaban vacaciones en Miami; lo que ahora gasta el “hermano indígena” es apenas una gota de “orín de gato”.
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