Paros y bloqueos agravan la crisis y pobreza del país

Las múltiples experiencias del país muestran cómo los paros, huelgas, marchas, manifestaciones y bloqueos han afectado no sólo a la tranquilidad y armonía de la colectividad nacional, sino que han sido factor determinante para mayor pobreza y atraso. Si se pudiese ponderar los múltiples daños que se ha hecho al país con todas esas manifestaciones negativas se llegaría a la conclusión dolorosa: siquiera un 80% del atraso nacional es que todo lo negativo que se hizo - con la intención de conseguir solución a los graves problemas generales o sectoriales - han determinado mayor pobreza, dejadez y nomeimportismo en gobernantes y gobernados.

Las experiencias muestran que las políticas del “dejar hacer y dejar pasar” (laissez faire) se han convertido en armas contundentes para no remediar situaciones conflictivas, extremos que protagonizan diversos sectores sociales, demandas que no son atendidas por los gobernantes o extremos que nadie puede paliar y menos corregir. La debilidad y muchas veces ineptitud de los gobernantes han sido causantes de hechos que se han convertido en acciones negativas contra los gobiernos de turno pero que, en sus consecuencias, han resultado contra el Estado o sea contra el país en su conjunto.

¿Cuánto de positivo tiene el hecho de permanecer en continuas protestas y confrontación? ¿Qué beneficios irrogó al país el boicot sistemático a la producción con huelgas, paros, bloqueos y otros extremos? ¿Qué beneficios han logrado los autores de esos hechos? ¿Acaso que no han agravado su situación y agrandado sus problemas? ¿Qué han conseguido los gobernantes con políticas débiles, sin iniciativas ni criterios para remediar las situaciones conflictivas? Maestros, artesanos, empleados de comercio o industria, mineros, fabriles, constructores, chóferes y toda gama de empleados, obreros y trabajadores que han estado inmersos en los hechos extremos, directamente o no deben reconocer y lamentar que han sufrido daño, que han pospuesto muchas esperanzas y han puesto nubes de dudas en su futuro accionar. Nadie, ningún grupo podrá sostener que los extremos los ha beneficiado.

Por su parte, ningún Gobierno podrá sentirse satisfecho por esas políticas de espera y hasta resignación para que los problemas “los solucione el tiempo y el cansancio sea factor de resignación en quienes reclaman”. Quienes han sido o son parte de la acción de gobernar el país, no sienten, en lo inmediato mientras existen los conflictos, las consecuencias de ello; pero, en sus resultados, son víctimas al igual que el pueblo y toda la nación. Para nadie los extremos son buenos; por el contrario, atentan contra todo lo avanzado y hecho por la misma comunidad, provocan desconfianza en el país por parte de quienes querrían trabajar invirtiendo y creando fuentes de riqueza. Cuántos, debido a la inestabilidad de los climas político-partidistas o la intranquilidad social han decidido emigrar a tierras extrañas y dar toda su capacidad a países que están dispuestos a evitar los extremos por considerarlos malsanos.

Todo lo experimentado tan sólo en los primeros días del presente año, muestra la contundencia de lo ocurrido; todos, sin distinción alguna, hemos perdido mucho y, lo más grave, vimos que nuestras esperanzas de mejores días tienden a desaparecer porque la maldad del paro y el bloqueo complotan contra toda buena intención. El Gobierno debió sentirse como el más afectado y debería empeñarse en políticas acordes con la urgencia de armonizar posiciones en todos los sectores y evitar la presencia de conflictos que bien pueden ser solucionados en sus inicios, antes de los estallidos que acarrean tanto mal al país.