[Eric Cárdenas]

No así el proceso de cambio


Cuando en septiembre del pasado año la Policía por instrucciones del Gobierno arremetió violentamente contra la marcha de los indígenas del Isiboro Sécure, que hacía algunos meses se trasladaban de las tierras bajas a la Sede del Gobierno, para pedir que la carretera con la que se pretende unir a Cochabamba con el Beni, en su segundo tramo no parta en dos el parque TIPNIS -protegido por normas como la Constitución Política, la Ley No. 1.333 de Protección del Medio Ambiente y normas internacionales sobre la materia-, la entonces Ministra de Defensa, una joven abogada, en su carta de renuncia al cargo expresó: “No así el proceso de cambio”.

Y es que ciertamente en nombre del tal proceso se viene cometiendo -en estos seis años de gobierno del “cambio”- una serie de arbitrariedades que afectan al “estado de derecho” y el sistema democrático trabajosamente conseguido a partir de octubre de 1982.

Seguramente muchos de los bolivianos estamos de acuerdo con el permanente cambio y transformación del Estado, en procura de eliminar definitivamente las “taras” que históricamente nos afectan, como pobreza, corrupción, desempleo, bajo nivel de desarrollo humano, etc. Cambios se han producido pocas veces en nuestra agitada historia, siendo sin duda la más importante la que hizo la Revolución Nacional con las medidas revolucionarias de Abril de 1952.

Otros cambios han sido lentamente introducidos en otros regímenes, aun en los llamados peyorativamente -por los izquierdistas- “neoliberales”, como la descentralización, la participación popular y antes con las de los decretos 21.060 y 21.660, que reordenaron la captación y distribución de recursos, dando lugar al “municipalismo” y mayores ingresos públicos, además de haber logrado una estabilidad macroeconómica que aún persiste, así como algunos bonos asistenciales como el “Bono sol”, ahora denominado Renta Dignidad, pues nada es absolutamente bueno, ni absolutamente malo.

El cambio, desde el punto de vista de la sociología, es una transformación cualitativa, que se hace en la esencia de la cosa, en nuestro caso de la sociedad, que procura mejorar sus condiciones de vida en la sociedad organizada en Estado. Para la teoría marxista, es el cambio en las estructuras económicas o relaciones de producción. Sin embargo también el cambio puede ser negativo, con una desmejora de la cualidad de la cosa, pero siguiendo a Heráclito, “todo cambia, nada permanece”.

El cambio impuesto por la fuerza y la violencia ha fracasado históricamente, con el derrumbe del socialismo marxista luego de la caída del “Muro de Berlín”. En consecuencia el cambio en democracia se lo debe conseguir buscando el apoyo y conformidad de una buena parte de la sociedad, es decir mediante el “arte del político”, como bien lo describe Aristóteles, por eso la política es ciencia y arte.

El actual régimen de gobierno del “cambio”, que había llegado al poder con un alto porcentaje de apoyo en las urnas (52% en 2005), sufre ahora un desgaste y se ha convertido en minoría, pues en las elecciones judiciales sus candidatos a las altas magistraturas fueron rechazadas con el 60% del voto ciudadano y perdió dos municipios, entre ellos el de la ciudad de Sucre.

Es que la conciencia de los bolivianos la democracia como sistema es ahora parte de su ideario colectivo y las medidas de fuerza o violentas, de las que cotidianamente hace uso el Gobierno, han generado una condena generalizada, es especial en las clases medias y populares de las urbes y aún en sectores del área rural.

Además la pobreza sigue presente en la sociedad boliviana, pese a los bonos asistenciales del Gobierno; la corrupción ha aumentado en todos los niveles de la estructura social, en especial aquellos cercanos al poder político; el desarrollo humano y la calidad de vida siguen bajos; el desempleo no ha mejorado y más bien ha “informalizado” a buena parte de la población económicamente activa, en especial a estratos de clase media profesional; la democracia ha sufrido una pérdida de cualidad, por los métodos confrontacionales del Gobierno y en especial por el control político partidista de todos los poderes u órganos del Estado; la persecución judicial a las autoridades elegidas por el voto en gobernaciones y municipios, que no son del oficialismo, con el resultado de la toma de esas instancias de administración territorial, poniendo en esos cargos electivos a gente del oficialismo, desconociendo el voto ciudadano.

La deficiente gestión pública y despilfarro de recursos públicos es otra de las características del régimen del cambio. Sin embargo hay un aspecto positivo, es el de la inclusión en el poder de sectores indígenas, aunque con muchos rasgos de “racismo” e indigenismo, que ha separado peligrosamente a los grupos sociales y afecta los criterios de unidad nacional y sus repercusiones en la seguridad nacional.

La sentencia de la ex Ministra, “el cambio no así”, resume el sentimiento mayoritario del pueblo que quiere cambio, pero NO ASÍ.

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