Urbano

“En definitiva uno de los mayores placeres que existe el sábado a la mañana es consumir estas deliciosas tucumanas con salsa de maní antes de acompañar estoicamente al calvarioso recorrido por el mercado Rodríguez.

Ya no te comas la quinta tucumana – reprocha ella en lo que ya le di el primer masco. Te va a hacer mal y luego querrás ir al baño – culmina su sermón. Pobrecita, ya está viejita y no sabe mucho de las delicias que ofrece esta efímera vida. Además al baño ya fui – me reconforto en lo que termino de comer. Tomamos un taxi con dirección mercado ya que a la abue no le gusta contratar extraño para cargar sus pesadas bolsas de de mercado y es por ese motivo que estropean las vértebras de un servidor que debería estar descansando pero lo hace con gusto.

En lo que llegamos al mercado siento el primer aviso gástrico de que me excedí en la salsa de maní, sobre todo para ser tan temprano pero nos e puede enterar la abuela. Total, puedo aguantar – pienso mientras mi cuerpo me dice totalmente todo lo contrario. A las pocas cuadras mi aparente nerviosismo es indisimulable, sobre todo con carga encima. Hijito ¿Te hace calor? ¿Viste a Estrellita? ¿Por qué tan nervioso? – pregunta la abuela no sé con cuanta inocencia. Es insostenible y salgo disparado en lo que digo – espérame abuelita que debo hacer una conferencia.

Si hubiera un evento de búsqueda de baño en las Olimpiadas seguramente tendría registrado un récord mundial de velocidad. Cuando por fin hallo un lugar propicio me doy cuenta que no lo es tanto. Por los dos bolivianos que me cobraron a la entrada por lo menos esperaba que haya agua o papel extra suave… nada más lejos de la realidad. En fin, lo que resta es historia. Al salir reflexiono que cuando las mamás o las abuelas te dicen que lleves chompita por si hace frío en un día soleado o no comas en exceso en la calle no lo hacen porque hayan vivido más años, lo hacen porque tienen un vínculo con algo superior que siempre demostrará que uno está equivocado… siempre”