El valor inmortal de Pedro Domingo Murillo

Los habitantes criollos mestizos de la ciudad de La Paz se rebelaron contra la dominación española, y encabezados por el prócer Pedro Domingo Murillo tomaron el cuartel, apresaron a todas las autoridades y depusieron al Gobernador Tadeo Dávila, al Obispo Remigio de la Santa y Ortega. Se hicieron cargo del Gobierno de la ciudad.

Poco después se formó la Junta Tuitiva, representada por personajes notables, los que nombraron a Murillo como Presidente y Jefe de Armas.

En esas circunstancias fue redactada la declaración de la Junta, que en líneas iniciales dice: “Hasta aquí hemos tolerado una especie de destierro en el seno mismo de nuestra Patria”. Este es el primer grito libertario en América Latina.

He aquí el valor inmortal de Murillo en la historia boliviana. Es el primer caudillo nacionalista revolucionario aparecido en América. El Virrey del Perú, al enterarse de la rebelión, envió al general José Manuel de Goyeneche a castigar a los revolucionarios. Éstos, después de sangrientas batallas fueron apresados un 29 de enero de 1810, para su martirio, expiación y gloria, pues la horca y el tablado del garrote se alzaron frente a la Capilla de Loreto. Pedro Domingo Murillo antes de morir y cuando subió al cadalso gritó una frase premonitoria que perdurará en el devenir de la historia: “Yo muero, pero la tea que dejo encendida nadie la podrá apagar”.

El prócer Pedro Domingo Murillo, reiteramos, es el primer caudillo nacionalista revolucionario aparecido en América. Su valor es inmenso en la historia boliviana, junto a los protomártires: Basilio Catacora, Buenaventura Bueno, Melchor Jiménez, Mariano Graneros, Juan Antonio Figueroa, Apolinar Jaén, Gregorio García Lanza y Juan Bautista Sagárnaga.

Recordar la verdadera historia es volver a vivirla y honrarla como se merece. Por todo ello debemos sentirnos orgullosos de ser paceños y por cobijar a nuestros hermanos bolivianos para trabajar juntos, unidos por la Patria grande que es Bolivia.