En territorio carioca la diferencia de un gol es poca, táctica ultradefensiva es la que aplicará Real Potosí
En el campo de juego somos once contra once, se suele repetir en los camarines como una invocación al orgullo personal para no dejarse superar por el adversario, que tiene dos manos, dos pies y una cabeza: igual que nosotros. Sin embargo, la historia en el campo de juego es distinta, no sólo porque los adversarios cobran más plata que nosotros por un trabajo similar, sino también por su mayor experiencia con esto de la pelota y sus secretos.
En consecuencia, no debería molestar que anteponiendo el resultado que el cuadro lila precisa imperiosamente digamos a los cuatro vientos que en el partido se utilizará la táctica del murciélago, entendida en el fútbol como que “todos nos colgaremos del travesaño para no recibir ni un gol”. Real Potosí precisa nada más ni nada menos que de esta táctica, si quiere dejar en el camino de la prelibertadores de América al poderoso Flamengo de Brasil, y de Ronaldinho.
Elegida la táctica ultradefensiva se necesitan buenos intérpretes, porque si bien todos coinciden en que es más fácil despejar la pelota de punta y para arriba, no es menos cierto que urge tener especialistas para el asunto, lo que parece sencillo no lo es. En el fútbol cualquier recurso es válido.
El Real Madrid, uno de los mejores equipos del mundo y actual líder de la liga española de primera división, utilizó una táctica similar en el primer partido por la Copa del Rey de este año y estuvo a punto de conseguir el objetivo de ganar en su casa y dejar contentos a sus hinchas. Las genialidades de los astros del Barcelona revirtieron el uno a cero inicial y los de Mouriño mordieron el polvo de la derrota. Los hinchas y la prensa deportiva criticaron el rol defensivo que eligió el entrenador, pero se olvidaron que un par de años antes el mismo entrenador eligió la misma táctica y dejó fuera de la Copa de Campeones a Messi y su corte.
Sin ir tan lejos, vale la pena acordarse de la era del bigotón Xabier Azkargorta, que logró inscribir al equipo boliviano en la Copa del Mundo de 1994 utilizando un solo delantero (Wílliam Ramallo) y al resto de sus hombres corriendo por el campo como perros de presa para que el rival no tenga ni la oportunidad ni el espacio para hacernos daño.
Jugar de igual a igual sirve cuando los dos rivales tienen similares condiciones, como ocurre, por ejemplo, en el campeonato boliviano de primera división en el que todos pueden ganarle a todos porque las diferencias son mínimas, pero pretender que los equipos bolivianos que participan en la Copa Libertadores tienen similares condiciones que, en este caso, los brasileños, es leer mal la realidad. Aceptar que estamos en desventaja y que la única forma de clasificarnos a la ronda de grupos del certamen continental más antiguo de Sudamérica es defendernos con muchos jugadores es un buen signo y así todos los teóricos del fútbol protesten porque se privilegia la destrucción antes que la construcción, el camino es el único que nos queda.
La, entre comillas, osadía de jugar de igual a igual puede costarnos otro dolor de orgullo, sobre todo si se repite el ocho a tres que se trajo en la anterior versión el Aurora de Cochabamba.
Luego de elegir bien la táctica se debe poner en el campo de juego a los futbolistas que mejor interpreten el libreto y que estén dispuestos a dejar hasta su última gota de sudor en el verde césped, porque si un par de ellos no marca como debe, no retrocede a la máxima velocidad, o no es capaz de aguantar una infracción por cuidar la pelota, el remedio puede ser peor que la enfermedad y en vez del cero a cero, que es el objetivo de la táctica del murciélago, el marcador final puede ser de dos cifras.
Correr mucho, marcando con criterio y aguantando la pelota, no es sencillo, pero el premio puede ser suculento, sobre todo para un fútbol que no suele llenar los estadios muy seguido y es en la Copa Libertadores en la que consigue dinero de la televisación y buenas recaudaciones. Si Real Potosí no pasa de fase, no habrá dinero ni tribunas llenas.
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