Douglas A. Calizaza Gutiérrez
Parte II
EL COMERCIO EXTERIOR EN LA ÉPOCA DE LA INDEPENDENCIA
Recapitulando lo señalado en la Parte I de “El Comercio Exterior en la Época de la Colonia” y enlazando con la presente Parte II, el descubrimiento de América se constituyó en el factor económico de innegable importancia.
Cierto es que Colón embarcó misioneros con el propósito de difundir la doctrina de Cristo, pero llevó también las semillas y plantas más productivas de Europa y los animales domésticos más útiles. Quiso abrir senda al cristianismo; mas se trató también, desde el primer momento, de hacer ancho el camino a las riquezas que se aguardaba, organizando la explotación de las minas y producciones de los territorios conquistados. Bien sabido es que pronto los intereses espirituales quedaron postergados, se cuidó mucho más que se adelanten los duros trabajos de las minas, que progresos en la moral y en las creencias cristianas.
Para las postrimerías del Siglo XVIII y principios del Siglo XIX, España sostuvo guerras primero con Francia, luego con Inglaterra y después nuevamente con Francia. Entonces los barcos de guerra de las potencias enemigas persiguen y destruyen el comercio de la metrópoli con sus colonias americanas, parte de la riqueza española queda segada, nadie trafica y los que se aventuran viven con la angustia en los labios.
El mismo convoy en el cual Simón Bolívar en su adolescencia viajó a España, compuesto de cuatro buques, se remontó huyendo de buques enemigos, hasta Terranova; y en vez de tocar Cádiz, recaló en Santoña. En 1797 no hay quién compre, no hay quién embarque; como el comercio de las colonias es monopolio exclusivo de España, los extranjeros, principalmente ingleses, realizan el contrabando en perjuicio de la metrópoli.
España concede a armadores extranjeros para que transporten en buques de otras banderas los productos de América a Europa; con el peligro y horror de la guerra los comerciantes españoles y los agricultores americanos quedan perjudicados, en aquel tiempo seguían considerando a las colonias como una mina de oro, para mantener la holganza aristocrática.
Producto de este andamiaje y después de 15 años de guerra de independencia, con una deplorable condición económica, Bolivia se constituyó en República Independiente el 6 de agosto de 1825. La guerra de la independencia destruyó las relaciones económicas y las que emergían del comercio entre el Alto Perú y las sedes de los dos virreinatos próximos a Buenos Aires y Lima.
Bolivia se constituyó como nación independiente con la siguiente base económica-social: las minas de Potosí, las relaciones comerciales con el sur y norte boliviano mediante ferias regionales y como factor humano el trabajo indígena, que caracterizaba y alimentaba la producción minera y agraria. Herbert S. Klein señala que Bolivia ingresó a una nueva era mercantilista y los estados vecinos comenzaron a levantar barreras arancelarias. El proceso de independencia arrinconó más la economía boliviana hacia un nivel de subsistencia.
La destrucción de minas e ingenios durante la guerra de la independencia; el monopolio gubernamental de la acuñación y exportación, que reducía drásticamente las ganancias; el aumento de los costos de transporte; el fin del crédito real, contribuyeron a la crisis de la industria minera. Mientras que en 1803 había 40 ingenios y varios centenares de minas en Potosí, en 1825 sólo seguían funcionando 15 ingenios y unas 50 minas. El mariscal Sucre, en 1825, para reorganizar la economía maltrecha decidió nacionalizar todas las minas abandonadas, invitó a empresarios británicos y argentinos para invertir en la minería, sin grandes resultados.
Potosí entró al libre mercado de la mano de obra indígena para trabajar en la mina; en la República existía una agricultura que languidecía por falta de brazos y también por las destrucciones practicadas por los ejércitos beligerantes. Bolívar abolió el régimen indígena y prohibió que los originarios fueran obligados a prestar servicios contra su voluntad. De esta manera quedaron prohibidos los pongüeajes, encomiendas, repartimientos, mitas y demás. Pese a lo positivo de esta disposición, la misma fue derogada, pues la economía se sustentaba en el tributo indígena, restituido por Sucre.
La obra de Bolívar consistió en cancelar el sistema tributario del coloniaje, que se hallaba en pugna con las ideas modernas de justicia y libertad, y por consiguiente con los principios revolucionarios de la América democrática. El mariscal Sucre, desde 1825, atacó a la Iglesia y asumió el control de los diezmos eclesiásticos que ascendían a 200.000 pesos anuales, ordenó la clausura de todos los conventos con menos de 12 miembros. Se apoderó de propiedades eclesiásticas por un valor de 3.000.000 pesos.
En el orden fiscal, el decreto del 22 de diciembre de 1825 establecía la contribución directa distribuida entre todos los ciudadanos con proporción a las propiedades que poseían, a las ciencias o artes que profesaban e industrias que ejercían. Son pasajes de la historia de Bolivia que pocos autores reconocen, que nos muestran algunos sueños de Bolívar que aún no se cumplen.
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