El estudio de la actitud práctica de los partidos políticos con motivo de la gran insurrección del 9 de Abril de 1952 y la consiguiente etapa de la Revolución Nacional del MNR, resulta imprescindible en los actuales momentos que vive el país con motivo del llamado “proceso de cambio” y dentro del cual participan algunas tiendas partidarias de vieja tradición.
En primer lugar, antes de 1952 el MNR era objeto de rechazo general y, para entonces, los partidos de derecha e izquierda se habían unido para combatir al naciente partido y el proceso revolucionario que encabezaba. Pese a esa resistencia, la lucha del MNR obtuvo la victoria y así empezó uno de los ciclos históricos más importantes de la historia de Bolivia.
Tan pronto se produjo la victoria del MNR, los partidos de derecha de entonces (PURS, PL, FSB, etc.) declararon abierta y violenta oposición al nuevo proceso histórico y empezaron a financiar y desatar la contrarrevolución. A la par, y en la misma sintonía, los llamados partidos de izquierda de entonces también ingresaron en una enérgica etapa de oposición al MNR, llegando, en esa forma, a la misma unidad que tenían antes de 1952, con los partidos de la llamada “rosca” minero-latifundista.
Pero como efecto de la profundidad de la Revolución del 52, los partidos tradicionales de derecha fueron sobrepasados por el nuevo proceso histórico y naturalmente condenados a desaparecer más temprano que tarde. Es más, toda oposición de derecha resultaba inútil y pese a las acciones armadas, se rompía la cabeza contra un muro de cemento armado, como ocurrió en varias oportunidades.
Al mismo tiempo que la Revolución del MNR enfrentaba la fuerte contrarrevolución de los partidos de derecha, también tuvo que enfrentar, en esa forma, la oposición de los partidos de “izquierda” (PC, POR, PIR, PRIN y otros menores), que utilizaba procedimientos como huelgas, paros e inclusive acciones armadas. En esa forma, los partidos de derecha e izquierda se volvieron a unificar para “tumbar” la Revolución Nacional.
Finalmente, esas dos corrientes partidarias se “coludieron” y precipitaron el golpe restaurador del viejo régimen colonial-feudal el 4 de noviembre de 1964 y así dieron fin a las conquistas de la revolución de abril, en particular en lo que se refiere a la cuestión del Gobierno y cuando Víctor Paz Estensoro sentenció: “llorarán lágrimas de sangre muchos años”.
Ese antecedente histórico adquiere valor en la actualidad, cuando se observa que la tienda ahora gobernante (no por vía de la insurrección, sino por la electoral) ha arrinconado a los partidos de derecha, pero no así a los de “izquierda” que, en su agonía, al contrario de lo que ocurrió en 1952 y pese a su inconducta en 1964, ahora se han infiltrado en el Gobierno, con trazas de ponerse a su servicio e intentar, finalmente, imponer sus puntos de vista.
Con ese antecedente, es posible constatar en forma comparativa que, al presente, la situación general de la revolución de 1952 fue sustancialmente diferente en relación con el actual “proceso de cambio”, en especial en lo que se refiere a la actitud de los partidos de derecha e izquierda. Vale decir que en la actualidad el Gobierno puede gozar de cierta tranquilidad porque, por un lado, los partidos de derecha (ADN, MIR, MSM, UN, etc.) han pasado a la historia sin pena ni gloria, mientras los partidos de izquierda se han acoplado al carro del vencedor, aunque perdiendo, como de costumbre, la perspectiva histórica.
Entre tanto, las alas histórica y neoliberal en las que se dividió el MNR ocupan el lugar que les corresponde, ya sea mirando el futuro o alentando ilusiones metafísicas, respectivamente.
En síntesis, se puede decir que el régimen actual no tiene oposición ni de derecha ni de izquierda y que la primera terminará por desaparecer y recién surgirá una segunda con nuevas proyecciones.
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