Urbano

“Son casi las siete y Estrellita ya debe estar por llegar; por fin me hizo un campo en su apretada agenda. Quedamos de vernos en la gasolinera, uno de los mayores referentes de tan magno evento anual como es la alasita paceña. Cuando por fin se materializa a mi lado Estrellita, emprendemos un no tan fugaz recorrido por los centros de diversión que se nos ofrece. llegamos a uno de tantos juegos de habilidad. Si gano ese peluche seré su héroe eterno – reparo mientras tengo que calcular el espacio, la velocidad, el tiempo, la gravedad, y demás factores físicos que inciden en que esta argolla de plástico ingrese en el palo para lograr el premio mayor para mi amada. Llevo casi veintiún minutos en el mismo toldo procurando el peluche con el que

Estrellita parece que se obsesionó. Todo el presupuesto destinado a diversión, comida, deseos y uno que otro regalito se está consumiendo en un uno de los peores momentos de la puntería mundial que se ve articulado por un lado por lo chambón que soy; pero en mayor medida a que estos juegos truchos con seguridad tienen alguna maña para que un humilde parroquiano que quiere hacer la corte como yo, no gane en la vida. Son casi las ocho de la noche y más nervioso que perro en tiroteo sigo intentando vanamente ganar el peluche, es imposible. Solo un milagro me salvaría de seguir haciendo el tonto en este juego del averno; Estrellita tiene cara de que su esperanza de tener el peluche se va esfumando con cada argolla errada. Ay no, ay no… de la nada, milagro!!! Alguna hermosa criatura de Dios, digo un maldito, acaba de lanzar de forma anónima tremendo globazo en la espalda de mi amada y por lo poco favorable del clima en esta noche, nos tenemos que retirar intempestivamente entre malos humores y mucho frío, dejando atrás ese peluche que seguro lleva consigo una fuerte maldición gitana. Que te mojen con motivos carnavaleros en una fría noche paceña… sólo en La Paz, City. Que Dios la bendiga”