Desde antes de medio año del 2011 se viene activando los proyectos para la construcción de un nuevo Palacio Legislativo que abarcaría toda la manzana en la que se encuentra la actual Asamblea Legislativa. Ante las inquietudes de la opinión pública se aclaró luego que el actual Palacio se conservaría, pero como museo. No deja de llamar la atención que se proceda en ausencia de criterios de las instituciones paceñistas y de la Alcaldía Municipal, directa encargada de velar por la ciudad y sus intereses.
Al margen de la monumentalidad que se pretende dar a este edificio, cuya ejecución abarcaría 10 años, junto a las razones técnicas que pudieran existir para dar mayor comodidad a las dependencias legislativas, de inicio resalta la intencionalidad simbólica de desterrar poco menos que al olvido casi dos siglos de vida política de la Nación boliviana, cuyas generaciones sucesivas reclaman un lugar en la memoria pública y que a su tiempo actuaron para tomar fundamentales decisiones.
Una de las justificaciones del proyecto es que su construcción reflejaría “el proceso de cambio y la perspectiva del Estado” con su mensaje hacia el nuevo milenio. Sin duda, nadie se opone a proyectar el futuro en función de perfeccionar el presente, siempre que no se lo pretenda con visión lineal o única del porvenir o se lo conciba como parte de un proceso absolutista. En el fondo, se busca una especie de entierro simbólico de la República -no sólo con expedientes como el señalado-, sin reparar que negar el pasado es negarse a sí mismo. Corresponde recordar que “con la Nación se está en lo bueno y en lo malo como con el padre y la madre”. Actuar en sentido contrario es pecar contra natura, precipitarse en lo espiritualmente apátrida.
Otra objeción es obvia y salta a la vista de cualquier ciudadano porque el carácter modernista del edificio rompería la armonía arquitectónica del casco histórico central de la ciudad. El proyecto ganador en un concurso poco publicitado -sin desmerecer los méritos que pueda tener a los ojos de los especialistas- presenta un cuerpo cúbico principal de varias plantas con dos laterales a modo de parlantes. En perspectiva de fondo se trata de disminuir la bella cúpula o domo del Palacio Legislativo, minimizándola al lado de la mole, recurso que subjetivamente pareciera haberle valido el primer puesto. La nueva fachada hacia la calle Ballivián tiene el mismo aspecto modernista, sin concierto con las edificaciones formalistas del otro frente de la calle.
El entorno funcional del tráfico de rodados por las vías circundantes es otro factor crítico. La última cuadra de la calle Ballivián se ensancharía con uno o dos carriles dando mayor fluidez vehicular, empero volverá a estrecharse en la calle Ingavi. El flujo en la calle Colón -actualmente una de las arterias más congestionadas- no se acierta a saber qué solución encontraría, pues debe dar acceso a la entrada principal de las asambleas de diputados y senadores con todo el despliegue que supone.
Lo racional en un emprendimiento como éste no debería ser otro que conservar el mismo estilo que tiene dicho Palacio alrededor de todo el manzano, lo cual le daría un aspecto verdaderamente majestuoso por abarcar toda la manzana, como ostentan los palacios del exterior en general. Al interior se pueden hacer todas las alegorías de tipo autóctono a manera de galería de la variedad étnica y socio cultural del país, combinadas con tributos verdes a la “madre tierra”.
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