Ahora que las palabras están perdiendo su significado por el manoseo al que las hemos sometido, pasándolas de mano en mano en la compra - venta de intereses personales o de grupo, como si fueran monedas, que de tanto ser frotadas se les ha borrado tanto la efigie que llevan cuanto el valor económico que se les había asignado, dejándonos sin saber qué podemos comprar con ellas; así las palabras nos están llevando a la desorientación.
Entre los bolivianos, actualmente se está hablando, por ejemplo, de Ley Corta, de Asamblea Legislativa, partida en dos Cámaras; o se nos dice que los delitos no son tales sino errores, de consulta, cuando se quiere decir imposición; y ahora nos enteramos que lo previo llega al final de un proceso, lo voluntario es obligatorio, que hay originarios con derechos y originarios sin derechos, etc. Me pregunto: ¿las palabras sirven para comunicarse entre seres humanos o para desorientarnos e incomunicarnos? ¿Qué es la ley, y para qué sirve? ¿De qué tamaño es la ley?
En la antigüedad, es decir en el Estado liberal que antecede al moderno Estado descolonizador, la ley era definida como un precepto dado por la autoridad para prohibir o permitir algo, en relación con la justicia, garantizando la convivencia civilizada y preservando el bien común. Bueno, esa era la idea que se tenía de ella; pero como siempre hay personas con mucha agilidad moral, capaces de torcer los principios, o prestidigitadores que hacen desaparecer esos principios como por arte de magia, gimnastas del Derecho, y sabios jueces con conciencia acomodaticia, o políticos que consideran la legislación como una carrera de vallas, donde cada norma es un obstáculo que está ahí para ser saltada con elegancia olímpica por quien participa en la carrera política, esa idea quedaba archivada en el desván de las cosas inútiles, apolillándose entre los trastos viejos, hasta que llegaba, de tiempo en tiempo, el momento de sacarla del olvido y exhibirla, bien abrillantada, en los labios de un fogoso orador, que se autoproclamaba defensor de la ley y, claro, respetuoso observante de ella.
Esto era momentáneo, hasta cuando el político llegaba al Poder, y la pobre ley volvía al lugar de las telarañas. Esto sucedía con políticos, dirigentes sindicales, militares, etc. Y esto sucede todavía -no obstante el cambio tan ansiosamente buscado, y hoy encontrado por algunos miembros de algún partido político, en alguna parte del mujndo-, esto sucede, no digo en Bolivia sino en el mundo, donde los ágiles abogados, o los perspicaces litigantes encuentran la garrocha adecuada para salvar cualquier obstáculo, por alto que fuere.
También hay personas que consideran que el nombre hace a la cosa, y llaman Ley Corta (a lo que antes era Ley Especial) porque piensan que es de corta duración y, además, fácilmente cambiable, porque la ley es un instrumento que el poderoso tiene en sus manos para hacer cuanto se le antoje; este poderoso puede ser algún empresario que busca ventajas económicas, o un litigante con mucho dinero y poca razón, o un político con mucha influencia en los Órganos del Estado, etc.
Entonces, veo que el tamaño de la ley tiene el tamaño de la talla de la conciencia moral de quien la utiliza. Cada uno de nosotros alcanza a diferente tamaño de la ley y, entonces, la convertimos en algo subjetivo, despojándola de su carácter objetivo, y hacemos eso porque... las palabras están perdiendo su valor. Pero... ¿sólo las palabras están perdiendo su valor?
El autor es Miembro de Número de la Academia Boliviana de la lengua Correspondiente de la Real Española.
Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender EL DIARIO |
Dirección:
Antonio Carrasco Guzmán
Jorge Carrasco Guzmán Consejo de Administración:
Miguel Lazo de la Vega |
Ernesto Murillo Estrada |
Rodrigo Ticona Espinoza |
"La prensa hace luz en las tinieblas |
Portada de HOY |
Caricatura |