Bolívar canta empate como si fuera victoria

Hace cuánto tiempo que un equipo boliviano no jugaba sin respetar al rival, en Copa Libertadores, seguramente se dirá hace mucho. Bolívar se plantó bien en el campo, esperó cuando debía hacerlo e hirió cuando era necesario. A eso llaman hoy un equipo equilibrado.

Es que la Academia se defendió sin nervios, hizo correr el balón lo necesario en el medio terreno y atacó con criterio y rapidez en el momento preciso. Por eso que el 1-1 frente a Universidad Católica en suelo chileno sabe a gloria, más aún, si se toma en cuenta que lo hizo con un hombre menos en el campo de juego tras la expulsión de Walter Flores a 20 minutos del final.

Fue más que el rival en el primer tiempo, economizó energías en el segundo y aguantó el embate del dueño de casa en el último cuarto de hora. Los once sudaron la camiseta, unos más que otros, pero se advirtió un proceso en su tarea colectiva.

El gol de apertura a los 35 minutos del primer tiempo es la expresión del juego rápido y la precisión, porque Rodríguez trepó hasta donde tenía que llegar; hizo el centro justo para superar a la defensa católica; el balón le quedó a Jhasmany campos que tuvo el criterio de hacer el gesto de torero para colocar el pase justo al punto penal donde llegaba el matador y Ferreira no perdonó. Una jugada perfecta para los que gustan del fútbol rápido y efectivo.

Podía aguantar Bolívar el final del primer tiempo con tranquilidad y no lo hizo, ese fue un error, porque a los 43 llegó el empate chileno en una jugada que el jue juez Lostau dejó pasar, como luego dejaría pasar un penal evidente contra Álvarez. Volviendo a la jugada, en el contragolpe, la defensa quedó mal parada y Ovelar definió con precisión.

Entendió el equipo boliviano que había que bajar revoluciones y lo hizo bien. No renunció al ataque y eso también merece aplausos. Tuvo un par de oportunidades como para crucificar al rival, pero dejó pasar la ocasión. Y, cuando se quedó sin Flores (justamente expulsado), retrocedió líneas, le echó hielo al partido y al final cantó gloria, porque un empate en cancha ajena tiene el sabor a victoria.