En el inicio de la séptima gestión del presidente Morales, surgió en la colectividad la esperanza de que habría llegado el tiempo de los arrepentimientos por lo malo hecho y la decisión, honesta y responsable, de emprender caminos de realizaciones iniciando la rectificación de muchos errores pasados y la formulación de emprendimientos que sean coherentes y constructivos para el país; pero, todo muestra que la cadena de errores continuará.
La manía de las nacionalizaciones con las que inició su vida el actual régimen el año 2006, parece que se reimplantará otra vez. Esto es muy peligroso. En los inicios se creía que: “como todo gobierno pseudo-revolucionario, al iniciarse cometería errores”; pero, nadie pensó que los mismos se extenderían a través de muchos años no obstante las experiencias acumuladas y, sobre todo, los réditos negativos que el propio gobierno ha recogido.
Hoy, no obstante el recuerdo de trágicas experiencias con las nacionalizaciones desde mayo de 2006, están en puerta anuncios sobre nuevas estatizaciones que al gobernante Evo Morales, su entorno y su partido se les habría ocurrido. La verdad es que todo muestra que la situación de apoyo pleno al gobierno, de esperar cambios que nunca se produjeron y de haber prometido medidas que jamás se llevaron a cabo, sin querer o sin pensarlo, el régimen del MAS tendría tendencia a imitar conductas de gobiernos de facto que, para empezar sobre rieles y captando simpatías de trabajadores especialmente mineros, fabriles, artesanos y otros, con una lucha abierta “contra el capitalismo”, nada mejor que “quitarle lo que tiene, nacionalizando sus bienes y pasándolos a poder del Estado”. Estas políticas demagógicas y contrarias a todo principio de sana economía, avivaron las mentes obnubiladas de grupos sociales que calificaron a civiles y militares golpistas como “salvadores” del país.
Hoy, frente a todo lo pasado de negativo para el gobierno, parecería que “no hay otro remedio” que recurrir a la medida populista de las nacionalizaciones para conseguir o captar “apoyos incondicionales de fuerzas que se estarían yendo de las manos” o conseguir adeptos en fuerzas de izquierda extrema que estarían dispersas. Así los hechos, llega, como inicio de malas políticas, la nacionalización de la PAE – Pan American Energy – que, conformada con capitales argentinos, deja en una especie de ascuas los tratados sobre ventas de gas a ese país; en otras palabras, quitamos a la Argentina lo que ayudaba a producir en su favor; la razón, que resulta baladí en las actuales circunstancias, es que “la PAE no estaba invirtiendo lo prometido” que, en sus resultados, promovería mayores exportaciones de gas a la misma Argentina. ¿Cuál será la reacción argentina frente a estas políticas que deterioran para Bolivia las esperanzas de mejores días en los negocios del gas?
Otra “metida de pata garrafal” sería el anuncio sobre la mina “Himalaya”, mina que desde hace varios años funcionaba bajo el tutelaje avasallador, abusivo y confiscador de campesinos que se definieron como “cooperativa” que no ha dejado resquicios de solución a quienes legítimamente explotaban esos yacimientos mineralógicos. Esta mina, pues, es motivo ahora de una “nacionalización” que, con seguridad, implicará nuevos problemas para el gobierno y para el Estado que, en primera y última instancia, sufre las consecuencias de los errores gubernamentales. Estos hechos que se plasman en contentamientos a los partidarios del MAS y también producen satisfacciones y mayor orgullo presidencial, podrían convertirse en serios traspiés que, muy luego, tendrían consecuencias fatales.
Si al panorama indicado se agregan últimas declaraciones de un ministro inseguro y falto de conocimiento de lo que es su propio despacho ministerial, en sentido de “estatizar San Cristóbal”, el problema adquiere mucha gravedad, especialmente si se trata de capitales japoneses que estarían en vísperas de nuevas inversiones en Bolivia, especialmente en el campo del litio. La verdad es que por abrir surcos para nuevos sembradíos, abrimos barrancos para enterrar más nuestras esperanzas de soluciones integrales y responsables para la economía del país. San Cristóbal es, con seguridad, fuente de riqueza y creación de empleo. Posiblemente, la manía nacionalizadora cree que podrá conseguir éxitos contundentes con la mina en su poder, aun sabiendo que sería un nuevo fracaso como señalan las experiencias en COMIBOL y otros casos: en 1952 la nacionalización de las minas; luego en 1969 la nacionalización de la Gulf Oil; posteriormente la nacionalización de varias empresas y lo último, lo ocurrido a partir de mayo de 2006, son hechos que no le hicieron ningún bien al país; al contrario, fueron medidas contraproducentes pero tenían el calificativo de “revolucionarias” porque contentaron la vanidad de gobernantes irresponsables y colmaron de alegría a masas que no tuvieron conciencia de país ni menos noción de lo que importa al Estado porque lo que convenía era satisfacer “al partido” y a grupos sedientos de medidas que “despierten instintos socialistas y revolucionarios”. Las consecuencias las paga el país hasta ahora y, aún por muchos años, cobrará serios y grandes dividendos negativos.
La manía o sed de nacionalizar es, en las actuales circunstancias, el peor de los caprichos que pudo concebir el régimen. Lo contradictorio es que estos anuncios están acompañados con la “necesidad de conseguir inversiones”. Así, con hechos contundentes contra el capital privado, ¿podemos hablar de inversiones? ¿Habrá algún capitalista extranjero o nacional que se anime a invertir en Bolivia? ¿Cuál será el grado de confianza que quede en inversionistas de Argentina y Brasil en el caso del gas? ¿Y cuál el grado de confianza en quienes, desde el entorno y desde muy lejos ven a Bolivia como país poco confiable y nada serio? Tiempos duros vienen para el país aunque dejen contentos a quienes gobiernan.
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