La actividad práctica del Gobierno actual (en la misma forma que algunos anteriores), que se traduce en hechos de toda clase y tamaño, permite confirmar a simple vista que todo lo que hacen las autoridades está dirigido a crear y agravar problemas, en vez de resolverlos. Es más, no pierde oportunidad de hacerse de nuevos embrollos a los que, además, no atiende y los deja que se mantengan o desarrollen hasta llegar a situaciones de violencia.
No se sabe a ciencia cierta a cuáles causas se debería esa actitud de complicar la situación, pero algunos afirman que se trata de mañas maquiavélicas para “dividir para reinar”, acciones de inspiración inconsciente o bien, finalmente, aplicar la política neoliberal de “dejar hacer y dejar pasar”, consigna que ha adquirido en Bolivia carta de ciudadanía cumpliendo todas las disposiciones legales.
Entre algunos de los grandes problemas que estallan desde hace tiempo en el país están los “embrollos” entre Potosí y Oruro, los choques entre Chuquisaca y Tarija, los líos entre indígenas y cocaleros por el camino del Parque Isiboro-Sécure, el asunto de los discapacitados, las provocaciones a los maestros, las amenazas a los médicos, la agitación respecto a la cuestión marítima, los ataques a Estados Unidos, errores jurídicos, etc., todo lo cual se convierte en caldo de cultivo para marchas, bloqueos, disturbios y caos colectivo.
En días recientes el país vive, entre otros, una crisis de grandes proporciones con motivo de las dos marchas de indígenas en torno a la cuestión de la carretera por el Isiboro-Sécure y, curiosamente, después que el oficialismo la creó, ahora “tira la papa caliente” y pide a los grupos encontrados que resuelvan el problema por su cuenta. Igual cosa sucede con los conflictos entre Oruro y Potosí, entre Chuquisaca y Tarija y donde sea posible dividir las fuerzas que hacen reclamaciones al Gobierno pidiendo la solución de los problemas.
Son numerosos los embrollos que nacen de la realidad nacional y, lógicamente, crean un estado de malestar general que va creciendo día que pasa y como la acumulación de cambios cuantitativos termina produciendo, de forma inevitable, un gran cambio cualitativo, se puede pronosticar que este cielo sucio se limpiará sólo con tempestad, que sería lo único que ponga fin a la política de enredarse por mano propia en asuntos de mínima cuantía.
Por otro lado, mientras algunos líos nacen desde adentro, otros nacen bajo inspiración de mecanismos oficiales y como resultado general se va formando en todo el país un ambiente de anarquía. A ese estado de cosas se debe agregar que el encargado de enfrentar y solucionar esos grandes problemas, que es el primer mandatario, se encuentra permanentemente de viaje, no sólo a los últimos rincones del país sino a naciones extranjeras, donde se dedica a atender reuniones de varios días, alcanzando soluciones de nivel internacional que, en algunos casos, no interesan a nuestro país que, por lo demás, se encuentra abrumado por dificultades económicas, políticas y sociales que estallan a diario y de las que son testigos y están abrumados los habitantes de las ciudades.
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