Un día martes de carnaval, cuando los bolivianos nos entregábamos de llenos a la diversión, las tropas chilenas ingresaban violentamente a suelo patrio sin que nadie los detenga. No hubo disparos en los 48 días que Chile necesitó para apoderarse de los puertos que tenía Bolivia en el Pacífico: Antofagasta, Mejillones, Tocopilla y Cobija. Desde el 14 de febrero hasta el 28 de marzo de 1879, los invasores pasearon por el territorio, sin oposición armada, no había tropas del ejército boliviano para contenerlos, sólo cinco policías armados de sables.
El 14 de febrero es una fecha infausta en la historia americana por el asalto araucano al puerto boliviano de Antofagasta para apoderarse de guano, salitre y cobre. Desde días antes a esta fecha, el barco de guerra chileno Blanco Encalada ya estaba al acecho en ese indefenso puerto. Autoridades y pobladores de la región vieron con asombro e indignación el desembarco y la invasión armada de casi mil soldados de los acorazados chilenos llegados de Inglaterra a órdenes del comandante Emilio Sotomayor, que luego del desembarque se dirigieron de inmediato a la Prefectura para exigir la rendición boliviana.
El prefecto Severino Zapata y su secretario Rodolfo Soria Galvarro consideraron que la resistencia sería inútil por disponer sólo de 50 soldados sin armamento, mal vestidos y alimentados, aunque tuvieron la valentía de entregar una nota de protesta al emisario chileno Barroso. En un párrafo decía: “Desde ahora y para cuando haya motivo, protesto en nombre de Bolivia y de mi gobierno, contra el incalificable atentado que se comete. No encontrarán ustedes más que ciudadanos bolivianos desarmados, pero dispuestos al sacrificio y al martirio. No abandonaremos este puerto sino cuando se consuma la invasión armada”.
Este no ha sido el único atropello, hay otros, como el desvío del río Lauca, el consumo de aguas del Silala que los chilenos están obligados a pagar, porque hacen uso gratuito desde 1961. El Tratado de Paz y Amistad suscrito a fortiori en 1904, por el que Bolivia cedió el Litoral al invasor, es el cargo más grave, ya que nuestro país perdió más de 120.000 Km2, cediendo territorios, yacimientos mineralógicos, riqueza salitrera y corrientes de agua.
Bolivia en más de un siglo de enclaustramiento no ha podido reivindicar su mar, debido a que ha tenido risueños cancilleres, no compenetrados de la causa, improvisados políticos. Ahí están también los vicecancilleres, las reuniones de consulta, comisiones que han fracasado. La diplomacia marítima boliviana ha sido ineficiente. Todos los presidentes bolivianos no han tenido éxito en sus conversaciones bilaterales.
En seis años del Gobierno actual de nada ha servido el obsequio de un charango a la ex mandataria Michelle Bachelet, cuya agenda de 13 puntos fue sólo distraccionista y embaucadora. Ni el partido de fútbol jugado entre Evo Morales y Sebastián Piñera dio resultados satisfactorios a nuestra causa marítima. El 23 de marzo de 2011 cuando el presidente Morales anunció recurrir a tribunales internacionales para volver al mar con soberanía, la conversación bilateral fue congelada y el Ministro de Defensa de Chile dijo que las FFAA de su país tienen capacidad para hacer respetar los tratados internacionales vigentes.
Chile plantea una política intransigente de rechazo a nuestro pedido; siempre ha actuado de mala fe con evasivas, mintiendo, engañando y acudiendo a montajes para justificar el asalto a territorio boliviano y su costa, con tanta riqueza que lo sacó de la pobreza, porque todo lo obtuvo del despojo, con la ley de los piratas, la victoria que supuestamente da derechos.
Los límites marítimos de Perú con Chile desde la Guerra del Pacífico no están delimitados y son motivo de controversia. Por eso los peruanos desconocen tratados firmados en 1952-1954 y dirigen su reclamo al Tribunal Internacional de Justicia, que es el órgano judicial de las NNUU, establecido desde 1945 en La Haya, Holanda.
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