Con la posesión de un novel cuerpo de magistrados, como son los jueces y fiscales, acompañados de su personal de apoyo, se creyó que se cumpliría la promesa de renovación total de la administración de justicia, que ésta no sería simplemente propaganda o arma de intereses creados; que la justicia se reflejaría en el comportamiento de cada uno de los componentes de los tribunales y sitios en que se administra la aplicación de la Constitución, las leyes y procedimientos; pero la realidad, conforme a las experiencias de pocas semanas, se presenta diferente.
Según el sentir de muchos ciudadanos que tienen trámites judiciales, lo primero que encuentran es mal trato y petulancia en el personal; los jueces son personajes a los que es imposible acceder, los trámites sufren la retardación del pasado y la ineficiencia es característica de todo el personal; por supuesto, hay excepciones, pero los interesados sienten que prácticamente se generalizan los malos comportamientos.
Es importante que los magistrados -empezando por los miembros de la Corte Suprema de Justicia- comprendan que la justicia es una sola, debe ser intocable, independiente e imparcial y su acción debe llegar a todos sin excepción. El que esto ocurra depende de quienes la aplican o administran, estudian y hasta comprueben casos similares, examinando la jurisprudencia existente. La justicia es, debe ser, norma de conducta de quienes trabajan en ella, la estudian y la aplican en los casos presentados a consideración de los jueces. No puede ni debe estar sujeta a intereses creados o situaciones de conveniencia; tampoco recibir presiones ni aplicársele condiciones de ninguna clase. Si no se cumplen esas normas o modalidades lógicas, quiere decir que se vuelve a los peldaños de las conveniencias personales o de grupo o intereses hasta de instituciones y partidos políticos que, atenidos al poder que ostentan, creen que cada tribunal de justicia es reducto a su entera disposición.
Cada uno de los magistrados posesionados, al inicio de sus labores expresó propósitos y vocación por la honestidad, la transparencia y la correcta aplicación de las leyes; expresó conceptos cabales sobre lo que significa la justicia y su importancia en la vida de la nación; será importante que apliquen todo lo pregonado en su comportamiento diario no sólo en los tribunales de su dependencia sino también en su vida personal y de relaciones con el público litigante. Deben entender que administrar justicia es sinónimo de caridad, amor y comprensión, equidad y ecuanimidad, conciencia de servicio y entrega. No sólo es atender los asuntos llegados al despacho, sino que cada caso es comprender los dramas humanos y cómo quien recurre a tribunales es en pos de encontrar sentido a lo que es vivir en un país donde las condiciones dignas son básicas para la existencia.
Jueces, fiscales, secretarios, actuarios y todo el personal que tiene que ver con la administración de justicia tendrán que convenir en que la correcta atención a la justicia radica en el comportamiento de cada uno de ellos, que no implica, en modo alguno, el uso de la prepotencia o el creer que se sirve simplemente al cargo o que la justicia es el inmueble que se ocupa o está sujeta a intereses que, en la mayor parte de los casos, son principios para que la corrupción sea parte del diario actuar. Honestidad, responsabilidad y vocación de servicio tienen que ser condiciones básicas del diario comportamiento de quienes tienen a su cargo la atención a la justicia y su aplicación en beneficio de quienes buscan la razón a sus demandas.
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