El folklorista Arturo Herrera, quien participó de una conferencia organizada por el Comité de Etnografía y Folklore de Oruro, sostiene que la danza del tinku es una creación de los centros urbanos, ya que no existe esa expresión entre los pueblos indígenas del sur del país.
“La ‘danza callejera’ es una fusión que toma la indumentaria del encuentro ceremonial de ayllus y a la vez toma la música de la q’ata, otro festejo de inicio de la siembra”.
Herrera además explica que el tinku inicia la época de siembra en la localidad de Aymaya, cerca de Chayanta, la cual en décadas pasadas terminaba con una decena de personas muertas, lo que a su vez implicaba buenos augurios para la producción agrícola.
EXPRESIÓN CULTURAL
En el tinku participan principalmente los pueblos chullpa, chayantaca, laime, jucumani y sicoya, cuyos miembros acuden con su vestimenta ceremonial (monteras, banderas, adornos), indumentaria que fue tomada por algunos artistas populares para sus presentaciones individuales en el Festival Nacional de la Canción Boliviana, realizado en Oruro, a principios de los años 70. Luzmila Carpio, por ejemplo, dio pautas de la vestimenta de la mujer de Norte Potosí.
Con base en esa expresión se armó por primera vez la “danza callejera” del tinku, en Oruro, en 1981, con el grupo Tolq’as (yernos) como la fraternidad más antigua.
DANZA
En ese contexto, Arturo Herrera, según el periódico digital del Programa de Investigación Estratégica en Bolivia (PIEB), afirma que la danza urbana o danza callejera del tinku es una fusión de la vestimenta ritual del encuentro de pueblos indígenas y de la música de la celebración de la q’ata. Esta última una tonada nortepotosina, suave, que se acompaña con zapateos ligeros y movimientos acompasados de las mujeres (los hombres tocan los instrumentos musicales, principalmente de viento). Sin embargo de ello, tanto la música como los pasos de baile son el origen de la música y danza del tinku urbano.
En ningún caso en las poblaciones indígenas se manifiestan los movimientos acrobáticos, los golpes de las monteras (cascos de cuero) contra el suelo, las figuras coreográficas complicadas ni tampoco la expresión danza-enfrentamiento-danza que existe en la puesta en escena de la danza callejera.
En este contexto, el folklorista sostiene que esta expresión es otra demostración más de que el Carnaval de Oruro es el escenario de representaciones y creaciones urbanas, es decir es creación folklórica de los sectores citadinos.
Esta investigación de Herrera se apoya en registros audiovisuales tanto del encuentro entre ayllus como de la q’ata.
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