Crítica cinematográfica
Por Marco Antonio Barron Marquez
“El precio del mañana” (EE.UU., 2011) de Andrew Niccol está ambientada en un futuro indeterminado, en el cual el papel moneda es sustituido por tiempo cronológico de vida.
El filme cuenta la historia de un joven -un Robin Hood del futuro que dona tiempo sustrayéndolo de los bancos-, puesto por azar en un arriesgado rescate de un desconocido en peligro, iniciando así una cadena de eventos que culminan en la liberación de las masas oprimidas.
La película distópica, con final feliz y un engañoso gancho de película de domingo, apunta a la exacerbación del conocido dicho norteamericano “the time is Money” puesto que, en un momento dado, en el que el desarrollo de la ciencia alcanza niveles de manipulación genética controlada, se procede a cosificar el tiempo y asignarle un valor oro en una reconversión muy en la onda de David Ricardo y eliminar la moneda como factor de intercambio, de modo que, como generalmente sucede en el capitalismo, en tanto algunos trabajan para vivir 24 horas más, otros, los menos, tienen asegurada la vida por un millón de años.
Las cosas del injusto del mundo parecen normales hasta que la gente empieza a morir en las calles, porque no tiene trabajo o por el alto costo del tiempo.
En este proceso, entra en escena el personaje principal de la cinta Will Salas (Justin Timberlake), quien tiene el perfil del héroe clásico. Éste vive como cualquier otro ser humano hasta que su madre muere por falta de unos minutos cruciales, en los que tiene algo que ver el egoísmo de los demás.
Libre ya de ataduras, Salas se dispone a cumplir con su destino: la ruina de ese absurdo sistema, para ello atraca bancos donde está depositado el tiempo con el apoyo de la hija (Amanda Seyfried) de un pluto.
El personaje central consigue su objetivo con el empleo de la astucia (lo que le acerca al héroe griego Ulises) y movimientos rápidos (sello americano del cine de acción).
La película además cuenta con una coprotagonista (Amanda Seyfried), quien es la acompañante, cómplice y desde luego pareja de Salas. Esta joven tiene un gran deseo de vivir. Su actitud provoca el derrumbe del imperio de su padre.
El esquema trágico del filme, una miscelánea entre clásico y drama moderno con final feliz, esta dado por el conocimiento que aporta ésta y sin el cual el héroe no podría hacer nada o muy poco. Así, tenemos un tandem, un protagonismo ?bicéfalo?, conocimiento (ella) que promueve la acción (el) que es, a su vez, el relato, la ficcionalización cinematográfica cuyo fin es, por lo general, aleccionar divirtiendo es, en este caso, una pretensión lograda en parte, no supiéramos decir cuánto, por la ambigüedad de la lección y el final interrumpido.
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