Se dice que “el pueblo no tiene memoria”, y parece tan cierto que nosotros virtualmente olvidamos trágicos eventos del pasado inmediato. Este desajuste es mayor en la frágil memoria del Gobierno, casi amnésico. Aquí “pasó todo y no pasó nada” es un concepto tan arraigado por ignorar tanto desacierto, por discursos que expresan, con inmaculada transparencia, que todos somos tan felices, que no sabemos dónde estamos, a dónde vamos y qué nos depara el futuro incierto.
El auspicio y ayuda militante de los cocaleros del Chapare resultó vital para la consolidación del movimiento socialista que impulsa a su líder a la toma del poder total del Estado, transfigurándose en indígena originario, lo que le permite captar a los aymaras del lago Titicaca, organizados éstos en “agrupaciones sociales”, como parte fundamental de la estructura política masista, que con ciego apoyo aprueban cualquier cosa emanada del Gobierno.
Así atentarán contra los intereses del país, por estar hoy empeñados en imponer su ideología ancestral en “todas las naciones” del Estado, con el culto al rencor y clasismo dizque por 500 años de esclavitud, sentimientos dañinos inculcados por resentimiento de algún avispado “blancoide”. Pero las actuales generaciones nada tienen que ver con ese pasado histórico.
Tan distantes del cambio, se complican más aún con la Constituyente, cambian el Estado con una nueva Constitución Plurinacional, que a la corta es la piedra sobre la cual con frecuencia tropiezan. Son enemigos a medias del capitalismo y pretenciosos destructores del fantasma neoliberal, para luego convertirse en asiduos neoliberales, ahora preocupados por la defensa de alguna transnacional. Este comportamiento, producto del envanecimiento personal, no les ha permitido salir del sendero de la soberbia e intolerancia, adoquinado de grandes y continuos errores y contradicciones, que oscurecen más las nubes del ego y la angurria de poder.
Candorosas expresiones como “gobernar escuchando” y “gobernar obedeciendo” nunca se las ha cumplido, quedando como mofa y sarcasmo, justificando los errores en discursos demagógicos, como cortinas de humo que distraen y confunden a la opinión pública.
Como si fuera parte de su estrategia y praxis política, se esmeran en generar y profundizar conflictos sociales, agrandando odios y resentimientos entre hermanos bolivianos, alentando el enfrentamiento que ya ha facturado la vida de más de 60 ciudadanos. Así se enfrenta a oriente contra occidente, a cambas contra collas, a indígenas contra mestizos, indígena contra indígena, región contra región y, paradójicamente, en fingidos discursos se exalta la unidad nacional.
Por pésimo cálculo político, atropello e incumplimiento de lo constituido, de improviso lanzan controvertidas decisiones unilaterales, ajenas al mandato constitucional, dando lugar a conflictos a los que premeditadamente restan importancia. Tan irresponsable actitud anula la oportunidad de hallar soluciones. Es un boomerang para el Gobierno que presionado y sin opciones, apela a decisiones improvisadas, para luego borrar con el codo, lo que se hizo con la mano, asumiendo al final soluciones tardías. No sería raro que se animen a borrar o anular por conveniencia cualquier artículo de la Constitución Política.
Se altera la historia y los símbolos nacionales, enalteciendo la cultura andina. Sugieren un retroceso hasta el ayllu rural en las ciudades, posiblemente para el dominio pueblerino, como si toda Bolivia fuera aymara, despreciando raíces culturales de 36 naciones existentes y la fuerza de su propia historia. Se inculca la destrucción del alma del kara o mestizo, con la premisa de “más vale un indígena en el Gobierno, que un profesional o un sabio”, rencor que engendra racismo, que se desarrolla en una atmósfera de desasosiego y tensión.
Se despliega agresiones y denuestos, cayendo sobre un reducido grupo de sobrevivientes derechistas de la media luna y de algunos neoliberales en agonía, perseguidos, apresados bajo la sombra de una justicia parcializada que viola derechos fundamentales. Tales inconvenientes sobrepasaron fronteras, denostando inclusive a dignatarios de otros estados, poniendo en serio riesgo la seguridad nacional.
Mirando de adentro hacia fuera, dicen que la gestión ha sido muy productiva, y sin empacho se obstinan en ver el “país de las maravillas”, cuando los de afuera vemos con preocupación el flagrante desmoronamiento moral y espiritual de la sociedad, un extravío de valores que impone la presencia de hambre, pobreza y desocupación. Dios mediante, que la presente gestión se desarrolle en marcos de paz y tranquilidad, determinando con espíritu patriótico el rumbo del país hacia un futuro promisor.
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