Hace 30 años, el martes 16 de febrero de 1982, se publicó una nota de opinión en EL DIARIO, Decano de la Prensa Nacional, al haber sido invitado a escribir en sus páginas por el entonces director D. Jorge Carrasco Villalobos; ya antes colaboramos una década en el desaparecido matutino católico Presencia, por lo que son más de cuatro décadas que estamos en esta labor del periodismo de opinión.
En este tiempo transcurrido -pasaron por el poder 16 gobiernos, entre militares y civiles, la mayoría “sin pena ni gloria” y desde octubre de 1982 se estabilizó la democracia-, cerca de dos mil artículos de opinión periodística fueron publicados, habiendo creo, en buena medida, cumplido el rol social de esta actividad, con la crítica y freno a los excesos del poder político y el encomio a los aciertos.
En la nota de hace 30 años decíamos que: “El escritor Fernando Díez de Medina, en una nota en este mismo matutino… propone la creación de una escuela para estadistas, debido a la crisis de líderes y conductores políticos y la mala administración de la “cosa pública” por los gobernantes de turno”. Después de 30 años vemos que la opinión de Díez de Medina y la reflexión mía siguen absolutamente vigentes y más aún en estos tiempos, en los que a título de “cambio” y exceso del uso del poder, se ha destruido el sistema de partidos, mediante la persecución judicial, y el lamentable papel del Ministerio Público, convertido en brazo represivo del régimen, con la pretensión de instaurar un gobierno hegemónico de corte autoritario, que haga y deshaga a su gusto y placer, todo lo que se le ocurra al caudillo y su séquito.
En esa publicación decíamos que la formación de líderes políticos debe estar basada en una doctrina que apunte a “la defensa y utilización racional de los recursos naturales, la construcción del Estado Nacional, autosuficiente y autosostenido; la liquidación de la dependencia y el subdesarrollo, la conservación de nuestros valores culturales, etc., todo dentro de un marco ideológico que nace de las necesidades y realidad del país y que apunte a solucionar sus problemas sin necesidad de importar doctrinas foráneas”.
El cuatro veces ex presidente de la República, Víctor Paz Estenssoro, en una oportunidad sentenció: “En Bolivia pasa todo y no pasa nada”, seguramente haciendo referencia a la mentalidad de los gobernantes y de buena parte de nuestra gente, que parece que mirara más atrás que adelante, un “encurvamiento” que nos separa del mundo en permanente dinámica, peor en este tiempo en el que se pretende retornar a hace 500 años, seguramente por eso el Presidente del Estado Plurinacional, en sus diarias alocuciones, el pasado 10 de febrero en Oruro arremetió contra el descubridor de América, Cristóbal Colón, olvidando que los hispanos que llegaron con la Colonia nos trajeron una cultura acumulada desde los tiempos de los sabios griegos, 2.300 años antes de Cristo, una religión (la católica cristiana) que practica el 80% de los pobladores de las Américas, y la ciencia y técnica de la cultura occidental, la que se mezcló con los ritos, leyendas y costumbres de los indígenas, cuyo resultado es la cultura hispanoindoamericana.
Las complejidades de la administración del Estado importan una alta especialidad, no sólo en la contienda política -en la que siempre estamos- sino en la comprensión de la “realidad nacional”, para la ejecución de soluciones a su problemática, más aún cuando se administra una sociedad pobre y en consecuencia con muchas necesidades y donde los recursos son escasos.
La adquisición de aviones presidenciales, satélites, construcción de palacios para el Legislativo y el Ejecutivo, la inversión en empresas de dudoso resultado en su producción y rentabilidad, el permanente reparto de recursos financieros a sectores afines políticamente, la construcción de carreteras con supuestos sobreprecios, la persecución jurídica política a los opositores, la liquidación y avasallamiento de la institucionalidad del país, el someter a todos los órganos o poderes del Estado a la voluntad del caudillo y un largo etcétera, nos hacen ver que hoy, como antes, el país requiere de una clase política altamente preparada para las tareas de gobierno y con un espíritu de servicio cívico a la Patria.
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