Portugal, (EFE).- Decenas de barrios lisboetas se olvidaron ayer de la crisis y sus habitantes celebraron el tradicional carnaval, que este año bailó al ritmo de gaitas, sonidos africanos y percusión brasileña.
La decimocuarta edición de este desfile -organizado por las asociaciones populares de la capital portuguesa- partió de la céntrica Plaza del Comercio, a la orilla del río Tajo, y terminó en la populosa plaza de Rossio, zona histórica que data del siglo XVIII.
En una tarde soleada y con las calles abarrotadas de público, los miembros de la compañía de teatro Chapito, una reconocida escuela de arte dramático portuguesa, encabezaron la marcha y animaron al público con payasos subidos a escaleras, zancudos con megáfonos y estrambóticas bicicletas.
Con la misma energía, les siguieron grupos de las asociaciones vecinales de Lisboa que optaron por los disfraces típicos, como los de flamenca, pirata, vampiro o princesa, entre otros.