EL PAÍS.- Un destructor y un buque de suministro iraníes han atracado en el puerto sirio de Tartús tras atravesar el canal de Suez, según ha informado la cadena Press TV.
El viaje, el segundo de esta naturaleza desde la revolución de 1979, se produce en un momento especialmente delicado tanto por la situación en Siria como por las tensiones entre Irán y la comunidad internacional a causa de su programa nuclear. El ministro británico de Exteriores, William Hague, teme que ese empeño iraní pueda sumir a Oriente Próximo en “una nueva guerra fría”.
La llegada del destructor Mártir Qandi y el buque de suministro Jarg al mar Mediterráneo había sido anunciada poco antes por el jefe de la Marina iraní. Aunque no dio detalles sobre su misión, el almirante Habibolá Sayarí señaló que los barcos intentaban “mostrar el poderío de la República Islámica de Irán”, según la agencia oficial Irna. A principios de mes, la prensa iraní dio cuenta con gran fanfarria de su atraque en el puerto saudí de Yeda, a orillas del mar Rojo.
De acuerdo con la web de PressTV, la flotilla ha viajado a Tartús “para facilitar entrenamiento marítimo a las fuerzas navales de Siria bajo un acuerdo firmado entre Teherán y Damasco hace un año”.
Justo por estas fechas en 2011, el Jarg acompañó a la fragata Alvand en una primera y polémica travesía hasta el puerto sirio de Latakia, que Israel calificó de “provocación”. Tras intentar sin éxito que Egipto impidiera su paso por Suez, el Gobierno de Tel Aviv puso en alerta a su Marina y EEUU pidió a Irán que se atuviera a las leyes internacionales. Poco después, los dos navíos iraníes regresaron a su país sin incidentes.
El clima internacional es mucho más tenso ahora. Teherán ha amenazado con cerrar el estrecho de Ormuz, por donde sale un quinto del petróleo que se comercializa en el mundo, ante la creciente dureza de las sanciones occidentales a su programa atómico.
Mientras, Israel está perdiendo la paciencia con esa fórmula de presión y, a la vez que habla cada vez menos veladamente de atacar las instalaciones nucleares, se ha enzarzado en una guerra sucia con Irán, cuyo penúltimo capítulo parecen ser los atentados anti-israelíes de la semana pasada en India, Georgia y Tailandia.
En ese panorama, se entiende la cautela con la que se ha recibido la noticia de que los responsables iraníes habían respondido positivamente a la invitación de la Alta Representante de Política Exterior de la Unión Europea, Catherine Ashton, para reanudar las conversaciones nucleares con las seis grandes potencias. “Es un gesto importante”, reconoció la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, tras reunirse con Ashton el viernes. Ambas matizaron, sin embargo, su optimismo porque las experiencias anteriores han sido frustrantes.
Teherán ha dicho con frecuencia que está dispuesto a negociar para resolver el embrollo nuclear, pero no solo se niega a suspender el enriquecimiento de uranio, sino que continúa anunciando supuestos avances en su programa, los últimos esta semana. EEUU y sus aliados, con Israel a la cabeza, sospechan que ese empecinamiento iraní por producir su propio combustible nuclear esconde el deseo de dotarse de la capacidad de fabricar un arma atómica, algo que los gobernantes iraníes niegan con vehemencia.
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