En Carnaval

Los “globazos”, una diversión que va del juego a la violencia



EL JUEGO CON AGUA ES UNA COSTUBRE QUE SE REALIZA HACE VARIAS GENERACIONES EN TODOS LOS DEPARTAMENTOS DEL PAÍS.

Sentir el impacto de un globo con agua en el cuerpo, es similar al golpe de una piedra u otro objeto contundente. En muchos casos el efecto produce heridas o lastimaduras, por lo que ésta es una acción violenta, informó la psicóloga Aggi Gonzales.

En nuestra sociedad, dijo, esta costumbre es asimilada como normal, pese a las consecuencias que acarrea, especialmente cuando las “víctimas” son mujeres, niños, ancianos o madres en gestación.

Este panorama, por demás peligroso e incómodo para las personas, crece en cuanto los ciudadanos o ciudadanas, que reciben el impacto no desean ser parte del juego, puesto que se atenta contra los derechos humanos, básicos como son la libre transitabilidad por las calles o el mínimo sentido de respeto que se debe tener a los semejantes.

La psicóloga Aggi Gonzales, explicó que “el deseo humano de provocar dolor en los semejantes, es un rasgo anormal del comportamiento y en el caso de juego violento con globos inflados con agua, esta anormalidad se ha ido arraigando de tal manera, que todos la aceptan, como parte de una fiesta en la que no se debiera sembrar terror y molestia”.

“Lamentablemente el lastimar con estos objetos contundentes ha pasado gradualmente a ser aceptado, especialmente en entornos juveniles, cuando no debiera ser así. Hemos tenido que ser testigos de accidentes y agresiones provocadas intencionalmente en el carnaval y nadie dice nada, por el simple hecho de que nos encontramos en una época del año, donde todo es admitido y eso no es correcto para el armónico convivir”, afirmó.

Recordó que en Bolivia, históricamente no existía el juego violento con agua, que en nuestros tiempos tiene matices muy “salvajes”. “Ahora algunos jóvenes no se conforman con sólo mojar, si no que buscan lastimar, por eso llenan globos con agua, los congelan con mucha anticipación y salen en caravanas a buscar sus víctimas”, aseguró.

“Lo peor es que esta práctica comienza con mucha anticipación, casi un mes antes de la fiesta, tiempo en que niñas y señoritas viven un ‘calvario’, porque no pueden realizar sus actividades normalmente”, reflexionó.

LAS AGRESIONES SON RECIENTES

La historia del juego con agua se remonta en nuestro país a las décadas de los años 40 y 50, cuando los jóvenes en gesto de gentileza con las damas les roseaban con agua de colonia para cortejarlas.

“Entonces la gente era mucho más delicada, los instrumentos para llevar adelante esta práctica eran importados desde España y Francia. Después apareció un rociador en envase de goma, que era acompañado por serpentina y mixtura y sólo eran utilizados durante las fiestas”, explicó la psicóloga.

Esta era una estrategia para entablar amistad con una chica o bien para elogiarla por su belleza y adornar su simpatía.

Durante la década de los 60 apareció el juego con agua y un artículo llamado “matasuegra”, arma golpeadora fabricada de cartón prensado. “Esta arma era simplemente para incrementar el aspecto jocoso de los pepinos, a los que se empapaba con agua para que prosigan realizando sus piruetas”, relató.

Durante los años 80 el juego se tornó algo más familiar, porque las personas pasaban su tiempo no sólo lanzándose globazos, si no recurriendo a métodos más fuertes como el llenar baldes con agua o atacar a quienes deseaban jugar con mangueras; este sería el origen dela violencia, cuando el ser humano, en su deseo de demostrar su poder ante la debilidad del otro empezó a hallar placer al lastimar. Este es el origen de la anormalidad”, aseguró.

Durante los años 90 esta costumbre se extendió entre grupos juveniles, que tenían características más rebeldes, quienes incluyeron a personas que estaban fuera de la diversión.

“Desde el año 2000, la industria para ayudar a las agresiones comenzó a ser más sofisticada y con la importación legal o por vía del contrabando, se comenzó a atraer artículos como chisguetes, pistolas o grandes tanques de agua con fuerza de impacto. También la comercialización de globos fue irrestricta”, acotó Gonzáles.

“El juego con globos ahora sin duda no es inocente y aunque existen tímidos intentos por parar esta errada práctica de parte del Gobierno Municipal y otras entidades, el problema de fondo debe ser analizado desde un punto de vista de la educación, que reciben quienes acostumbran a darle rienda suelta a sus impulsos violentos y también a quienes lo aceptan como algo normal durante el carnaval”.

 
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