Educar en salud

Teodoro Martínez Arán

La promoción de la salud y la prevención de la enfermedad durante la infancia y la adolescencia son una obligación inexcusable. Muchas patologías del adulto tienen su origen en hábitos inadecuados adquiridos en la infancia, como la obesidad o el tabaquismo. En esta etapa se da una oportunidad única para sembrar los hábitos saludables del futuro: la escuela.

Uno de cada dos adolescentes que comienzan a fumar en edad escolar morirá por causas relacionadas con el tabaco. Hasta el 60% de las infecciones por VIH en algunos países se produce entre los 15 y los 25 años, y el alcohol es responsable de una de cada 20 muertes en esta franja de edad. Los accidentes son la primera causa de discapacidad y muerte durante la infancia, y los déficits nutricionales de vitaminas y oligoelementos (vitamina A y yodo) son las primeras causas de ceguera y de retraso mental evitables, respectivamente.

La educación en salud durante la infancia y adolescencia es un campo virgen del que apenas se ha empezado a explotar su enorme potencial. La prevención de hábitos tóxicos, la educación afectiva y sexual, los hábitos saludables de alimentación y vida sana, e incluso la capacidad de autoprotección, pueden inculcarse muy eficazmente a lo largo de todo el período formativo.

Podemos enseñar a los niños pequeños a reconocer los símbolos que indican la toxicidad en las etiquetas de los productos de limpieza; a recoger y entregar los medicamentos de sus mayores cuando los encuentren a su alcance, evitando que los ingieran como si fuesen caramelos. Es posible mostrarles una visión realista sobre tóxicos y drogas, que les enseñe las consecuencias perniciosas que se ocultan detrás del efecto euforizante o gratificante que conocen por el consumo agudo de sus mayores. Un niño puede aprender a relacionarse en Internet y a proteger su intimidad de extraños en el ambiente controlado de los centros, mediante juegos educativos en redes sociales cerradas. Y podemos enseñarlos a cuidar su medioambiente, a reducir la exposición a agentes nocivos, a tener un entorno más amable, más sano, más humano.

La transversalidad de la salud es completa, abordable tanto desde las matemáticas como desde la educación cívica. El respeto al semejante, la empatía ante el dolor, la autoestima que lleva al autocuidado, la integración del débil, el conocimiento del entorno, la sexualidad, la igualdad entre hombre y mujer, la prudencia, la mesura… Las posibilidades son numerosas, y las estrategias para abordarlas, innumerables.

Los profesores tienen una gran oportunidad de contribuir no sólo a la educación de sus alumnos, sino a su futuro bienestar. Son una pieza clave para conseguir una sociedad más sana, a la par que una sanidad menos costosa, al reducir la carga de patología de los futuros adultos. Este rol difícilmente puede ser suplido por otros profesionales ajenos al centro escolar. Ninguna charla esporádica de un sanitario puede sustituir la labor diaria, constante y bien enfocada de un docente en la generación de buenos hábitos, aunque sí puede reforzar lo aprendido, si está adecuadamente coordinada con los contenidos pedagógicos impartidos.

Ahora bien: para poder abordar esta tarea, los docentes necesitan una formación adecuada, la cual es un derecho de estos profesionales, y una obligación de la sociedad que delega en ellos la educación de sus hijos. Que nadie piense que con dos búsquedas en Google y tres panfletos sobre los piojos cubrimos el expediente para que hagan bien su trabajo. Los problemas de salud a los que se han de enfrentar los futuros adultos cambian día a día, y los programas educativos han de ser adaptados y pertinentes en cada momento, estar incluidos en una estrategia global de salud pública, y formar parte del currículo de los planes educativos, a la vez que ser parte ineludible de las estrategias nacionales de salud.

Los contenidos educativos relacionados con la salud requieren el mismo cariño en el diseño curricular que el que se tiene con las matemáticas o con el idioma extranjero. No en vano la calidad de vida del futuro adulto dependerá tanto de su salud tanto como de su situación económica y social. Y pocas cosas les enseñaremos más útiles que a sembrar hoy su bienestar de mañana.

El autor es médico.

ccs@solidarios.org.es

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