La virgen del Socavón y la corte infernal

Por José Víctor Zaconeta

I

Existe en los valles templados de América del Sur un pajarillo muy pequeño de color oscuro, de canto muy armonioso, al que le llaman “chiru chiru”. Este pajarillo fabrica su nido en forma de una larga bolsa, colgada en la rama más alta de algún árbol, eligiendo los parajes más silenciosos. Dicha bolsa está trabajada, desde el fondo hasta la entrada, apenas con un boquete para dar paso al cuerpo de la avecilla, mediante un entrelazado de espinos de algarrobo, con las púas dispuestas para afuera…

Por analogía con tal nido y por una antigua costumbre, en algunos lugares, como en los valles de Cochabamba, a la persona que tiene los cabellos en desorden y los pelos erizados, suele decírsele “cabeza de chiru chiru”.

Hace siglos en Oruro había hecho su guarida un ladrón a quien, sea por la forma de tocado arriba indicada, sea por la semejanza de su guarida con el nido de la avecilla descrita, lo llamaban “el chiru chiru”. Los que lo conocían e ignoraban las malas artes a que se dedicaba, lo consideraban como a un mendigo o como a un pobre vagabundo inofensivo, sin que faltaran personas caritativas que aun le prestaran su protección…

Un buen día se notó su desaparición, sin que nadie lo hubiese visto en ninguna parte. Como a la mañana siguiente tampoco apareciese, se le ocurrió a algún vecino “echar de menos” al chiru chiru en su propia guarida… Y aquí viene el asombro y la estupefacción de los concurrentes: encontraron al infeliz chiru chiru… muerto y tendido, cuan largo era, sobre su miserable y vil camastro. Tal asombro y tal estupefacción se hicieron indescriptibles, cuando al levantar los ojos, contemplaron en la cabecera del cadáver y en la pared que servía de molinete al cuartucho, una sorprendente y maravillosa imagen, casi de tamaño natural, de la “Virgen de Candelaria”, con su hermoso niño y los atributos de aquella advocación, cayendo involuntariamente de rodillas los felices espectadores de aquel prodigio…

II

Descubierta la imagen de la Virgen y sepultado el cadáver del chiru chiru con todos los honores posibles, al tercer día se reunieron todos los vecinos del Barrio Minero, al que perteneció aquél y llegaron a los siguientes acuerdos aprobados por unanimidad:

1. Que la mina de plata “Pie de Gallo”, que se trabajaba ya entonces, se denominaría en lo sucesivo: “Socavón de la Virgen”, nombre con el que es conocida actualmente.

2. Que todos los años se celebraría con gran pompa la fiesta de la Virgen, debiendo, precisamente, coincidir ella con la fecha en que cayese el sábado de Carnaval, víspera de la Quincuagésima, tanto porque días antes ocurrió el suceso, cuanto porque sólo entonces tenían los mineros una libertad de tres días de trabajo…

3. Que para honrar debidamente a su excelsa Patrona, todos los mineros se disfrazarían precisamente de diablos, tanto para dar realce a la fiesta, cuanto para conservar ciertas tradiciones de la minería, sin que falten Satanás y el arcángel San Miguel, para representar, melodramáticamente, la caída de Luzbel.

4. Que estos acuerdos se pondrían en conocimiento de todos los mineros de las empresas de la jurisdicción, debiendo, con la anticipación debida, componerse canciones y villancicos especiales, para cantarlos en loor de la Virgen…

Veamos, ahora, por qué los mineros resolvieron disfrazarse de diablos y en qué forma iniciaron la fiesta acordada…

Por una antigua superstición, demasiado arraigada, todos los obreros de las minas creen, sincera e ingenuamente, que el diablo, al cual llaman: “el Tío”, interviene, precisa e indefectiblemente, en sus trabajos, ya favoreciéndoles, en determinados casos, o haciéndoles la guerra, en otros, según sean las simpatías que le inspiren sus “sobrinos”… De manera que los mineros tienen buen cuidado y ponen especial atención en “no quedar mal” con “el Tío” ni disgustarle en forma alguna…

Fragmentos del libro “Odas y Poemas”, Edición del Centenario, Oruro, 1925.

DATOS BIOGRÁFICOS DEL AUTOR

José Víctor Zaconeta nació en Oruro el 21 de julio de 1865. Fue Rector de la Universidad de San Agustín (Universidad Técnica de Oruro), fundó escuelas y colegios y la Escuela de Bellas Artes en su tierra natal. Es autor de los libros “Odas y poemas” y “Entre el polvo del camino”. Fue colaborador de los periódicos “La Verdad”, “El Heraldo”, “El Comercio”, “El Ferrocarril”, “El País”, “El Industrial”, “La Montaña”, “La Prensa” y “La Patria”.

Fue fundador de “La Revista de La Paz” y “Bolivia Literaria”, entre otras. Fue presidente de la Sociedad “10 de Febrero” de Oruro, “Sociedad 6 de Agosto” de Cochabamba, y la Sociedad Dalence. Este ilustre orureño falleció el 10 de abril de 1933.

 
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