Días antes del encuentro de los presidentes de Bolivia y Chile, Evo Morales y Michelle Bachelet, sin ánimo pesimista, dijimos que el mandatario boliviano por más buenas intenciones que tuviera nada conseguirá del Gobierno chileno, porque su política de negación es invariable cuando se le habla de darnos acceso al mar con plena soberanía.
Bolivia para la oligarquía chilena es un potencial mercado para sus productos, razón por la cual Chile siempre evitará que los bolivianos tengan una salida propia al Pacífico, lo que nos permitiría adquirir productos de países vecinos con costos más accesibles. Esa posición mercantilista asume el Gobierno de La Moneda, que no está dispuesto a perder mercado, ya que el país está saturado de productos chilenos, con enorme perjuicio para la industria boliviana. Si nos dieran acceso al mar, los grandes empresarios del país trasandino verían arruinados sus negocios e intereses financieros y geopolíticos. A través de su eficiente política exterior nos encajan, ropa, comestibles, fruta, víveres, medicamentos y hasta helados. A ellos poco les importan las relaciones con nuestro país, sólo les interesan el comercio, la expansión territorial y seguir usando arbitrariamente las aguas del Silala sin pagar y mantener el desvío del río Lauca.
Chile que nos enclaustró sólo entenderá cuando cerremos nuestra frontera, y por decoro nacional se debe tomar una decisión final: Bolivia debe utilizar puertos peruanos y suspender relaciones comerciales. Perú está dispuesto a abrir sus puertas.
Panamá recurrió a la conciencia internacional, demostró con cifras el rendimiento económico del Canal y EEUU aceptó un acuerdo satisfactorio con la pequeña república.
En el siglo pasado, el bárbaro emisario Abraham Konig, ministro plenipotenciario chileno dijo: “con el mismo título con que Alemania anexó al imperio la Alsacia y la Lorena y los Estados Unidos ha tomado Puerto Rico, retenemos el Litoral boliviano. Nuestros derechos nacen de la victoria, la ley suprema de las naciones, que el Litoral es rico y vale muchos millones, eso ya lo sabíamos. Lo guardamos porque vale, que si nada valiera, no habría interés en su conservación”.
Luego del abrazo de Charaña entre los dictadores Hugo Banzer y Augusto Pinochet se supo que el militar chileno deseaba una provincia potosina a cambio de darnos un corredor al norte de Arica, un miserable retazo de costa, inservible para puerto. La ex mandataria Michelle Bachelet ofreció 28 kilómetros de costa entre 2007-2009 en la provincia ubicada al sur de Tarapacá, la Caleta Vítor hasta la quebrada de Camarones, al norte de Iquique. El presidente Sebastián Piñera consideró excesivo el avance.
El presidente Evo Morales Aima debe actuar con claridad. Por una parte se mantiene la demanda internacional de reivindicación marítima y por otra se pide diálogo bilateral. No existen políticas concretas, y ante la indefinición del Gobierno boliviano, el presidente Piñera aprovecha para cortar la Agenda bilateral de 13 puntos suscrito en 2006 con Bachelet y truncar las negociaciones. Entonces se debe descartar también esta agenda distraccionista que más favorece a Chile.
El Presidente del Estado que reclama por la “falta de voluntad de Chile” y advierte la disimulada negativa, debería presentar prontamente una demanda ante el Tribunal de Justicia de La Haya, ya que se esquiva la solución a nuestra demanda desde 1879; sin descuidar el trabajo que puedan realizar los garantes internacionales a la cabeza de la OEA, aunque este organismo está dirigido por José Miguel Insulza, un chileno que siempre favorecerá a su país. Cuando era Canciller en 1997 dijo: “Con Bolivia no estamos dispuestos a revisar el Tratado de 1904 ni hoy, ni mañana ni el próximo año”. A Chile no se le enfrenta ni con la razón ni con la justicia, no podemos tener una buena amistad de derecho.
El impedimento chileno es claro: Bolivia no debe tener desarrollo, progreso, ni mar.
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