José Carlos García Fajardo
La libertad es el eje principal de la acción voluntaria, antes incluso que la solidaridad o que la búsqueda de justicia. Una buena acción puede ser eficaz socialmente, puede tener repercusiones positivas para personas marginadas o grupos excluidos, pero nunca será voluntariado social si está motivada total o parcialmente por un objetivo interesado: un sueldo, unos créditos académicos, cumplir con una ley, presión familiar o de un grupo de referencia, incentivos desmesurados, un servicio militar o las prácticas o becas de contenido profesional y repercusiones económicas.
También hay que tener cuidado con la presión que pueden ejercer, con la mejor intención, profesores, padres, terapeutas u otros educadores para que los jóvenes realicen alguna tarea de voluntariado social. La orientación y la educación en la solidaridad para niños y jóvenes no deben conducir a una obligatoriedad de ser voluntarios.
Un servicio de voluntariado es un conjunto de acciones creadas para mejorar la calidad de vida de personas con necesidades diversas. El marginado, el enfermo, la persona sola y abandonada, los protagonistas de toda acción voluntaria y hacia ellos deben tender todos los esfuerzos.
Hay mucha diferencia entre “programas de voluntariado para la reinserción de marginados” y “programas para la reinserción de marginados hechos por voluntarios”. El voluntario social siempre dirige su esfuerzo hacia una tercera persona fuera del grupo de los propios voluntarios, porque un equipo de voluntarios no se puede convertir en un grupo de autoayuda, al menos como primer objetivo.
Ninguna persona es un instrumento para llegar a ningún fin, por alto que el fin sea. El protagonista en el voluntariado es la persona marginada y en ella tenemos que pensar a la hora de plantear cualquier método de trabajo. Habrá voluntarios cuyas motivaciones, mal entendidas, entren en colisión con este principio radical del voluntariado. No se puede anteponer los beneficios personales del voluntario a los del beneficiario de los programas.
La organización no puede elegir un método de trabajo pensando en lo bien que se va a sentir el voluntario, o en si éste va a salir de su depresión o si se adapta más a una doctrina, o si se conseguirá repercusión pública y relumbrón, o si se conseguirá votos. Se buscará el método más eficaz para que la persona enferma o marginada alcance el mayor beneficio. Otra cosa es que, de paso, el voluntario obtenga recompensas personales incalculables.
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