En la jornada de ayer hubo derroche de cohetillos, globos, petardos y bastante bebida.
Del festejo al recogimiento, de la abundancia de platos a la abstinencia, esa es la bisagra de la vida que obliga a cambiar de un día a otro. Ese es el paso del martes de ch’alla, el último del prolongado carnaval al miércoles de ceniza de contenido católico.
Ayer hubo derroche de cohetillos, globos, petardos y bastante bebida. La ch’alla, una de las tradiciones del occidente que expandió sus fronteras al oriente. Es una ceremonia de agradecimiento a la Pachamama por los favores recibidos y un pedido de protección para los días que vienen.
El propio Presidente no se sustrajo a esta costumbre y cumplió con la ceremonia de ch’alla el viernes en la Plaza Murillo y ayer en el trópico cochabambino en radio Kawsachun Coca. Esta costumbre tan arraigada en la sociedad boliviana ha ganado terreno en las clases populares, mientras en otros sectores pierde terreno.
Se ch’alla (en quechua rociar) los bienes adquiridos, se echa la espumante cerveza al piso y paredes y también se rocía el vientre con la espumante cerveza que llega en cajones y termina, en muchos casos, enviando al piso a quienes pierden el equilibrio por el exceso.
El salto al miércoles es gigante, porque luego de una prolongada vacación, los bolivianos vuelven a sus fuentes de trabajo, muchos adormecidos, otros trasnochados y los más impulsado por la obligación de marcar la tarjeta de trabajo o volver a la rutina diaria.
Hoy el calendario marca el Miércoles de Ceniza o el inicio del período de cuaresma de 40 días antes de la Semana Santa. Es el período del cambio que el viejo latín recordaba con la expresión “memento homo, quia pulvis es, et in polverem reverteris” (recuerda hombre que polvo eres y en polvo te convertirás.
El sacerdote marca una cruz de ceniza en la frente de los creyentes al concluir la misa de este día para recordarle que ingresa en la cuaresma, que la costumbre derivó en abstinencia de comer carne u otras penitencias.
Con el Miércoles de Ceniza se inicia el período de los viernes de peregrinación a centros determinados y con el transcurrir de los años se ha convertido en jornadas de trote para los jóvenes, que, por ejemplo en La Paz, van desde los barrios más alejados hasta la iglesia de Obrajes, donde compensan sus esfuerzos con un api caliente o algún plato extra.
Esta unión de martes de ch’alla y miércoles de ceniza es otra de las ricas amalgamas de la cultura del hombre boliviano en el que coexisten el respeto a la Pachamama y la dependencia de Dios Padre, que se hizo carne en su hijo a través de Jesús el Cristo. Es la suma de elementos espirituales que le permite evadir la tendencia del individualismo y del nihilismo que vino de Europa y pretende eliminar todos los valores.
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