- “Me llamó apenas ocurrió, pero gritaba y no le entendí nada. Prendí la tele y me di cuenta de lo que había pasado, así que salí a buscarla”, cuenta Donna, de 23 años, mientras sale del hospital Ramos Mejía junto a su mamá, Elizabeth, de 43 años, aliviada porque sabe que, pese al dolor persistente en el hombro, fue relativamente afortunada.
Elizabeth viajaba parada en el primer vagón del tren accidentado. Ese, y el segundo, que era el furgón, quedaron prácticamente superpuestos cuando una formación del Sarmiento chocó contra el andén 2 de la estación porteña de Plaza Miserere.
- “Volé de un vagón a otro”, cuenta Fabio Cordone, de 37 años, sentado en un cantero del hospital Durand mientras aguarda que un policía le tome declaración. Tiene el cuello doblado hacia la izquierda por el desgarro que le provocó el impacto y una pierna con un esguince.
“Vi que volaron vidrios y una persona que iba cerca de la ventana voló afuera del tren y cayó sobre las vías”, relata con mueca de dolor. Su cuñado lo ayudó a bajar de la formación. Antes, él había hecho lo mismo con una mujer que había quedado atrapada con su bebé debajo de un asiento. “Porque los asientos desaparecieron literalmente. Se doblaron como si fueran de papel”, graficó.
- Jorge Medina (45) viajaba, al igual que Fabio, en el tercer vagón, justo en la puerta que lo separaba del segundo. Es que, justo antes del choque, como el tren se aproximaba a la terminal, muchos pasajeros caminaban por el tren desde los últimos vagones hacia los primeros, para adelantar trayecto.
- La versión de Concepción Ortiz (60) coincide: “En Caballito ya estaba medio raro. Se pasó de la estación y tuvo que retroceder”. Y agrega: “Venía con todo. Llegamos y nos caímos uno arriba del otro”.
- Alejandro es muy joven. Tiene sólo 19 años e imágenes y sonidos que se revuelven una y otra vez en su recuerdo. “Voló toda la gente para adelante. Todos cayeron. Era feo”, revela mientras su cabeza se mueve insistentemente de un lado a otro. Su papá sale con una radiografía, en la que los médicos vieron que el chico tiene una “pequeña fractura” en una de sus piernas. Su mamá le acariciaba la cabeza.
- Leo (27) está rodeado por varias mujeres de su familia, a quienes siente la necesidad de contarles qué pasó. Justo cuando les decía que había sido “como una película” el llanto lo vence. Se cubre los ojos con la mano y las mujeres le dicen que se tranquilice, que no piense más.
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