Sociedad Boliviana de Estudios Históricos
Parte I
En 1823, después de la victoria de Pichincha, Simón Bolívar y Antonio José de Sucre resolvieron organizar, por primera vez en la guerra por la independencia, la campaña del sur para libertar a la Audiencia de Charcas y poner fin a la guerra. Debían estar unidos en el Ejército del Libertador, simbólicamente, soldados venezolanos, colombianos, ecuatorianos, peruanos y chilenos, al mando del comandante Antonio José de Sucre. Este Ejército es el que después triunfó en Junín y Ayacucho y abrió el camino de la liberación de Charcas, sin la participación de Chile, que no acudió al llamado del Libertador.
En 1818, siete años antes de la creación de Bolivia, Chile fundó su república con el lema de guerra “Por la razón o por la fuerza”. Tenía, entonces, Chile, un pequeño territorio que se pobló con migraciones extranjeras que pronto se dieron cuenta de su insignificancia histórica si no se abrían camino hacia Bolivia, nación de amplias fronteras desprotegidas, dueña de grandes riquezas naturales expuestas a la invasión y la conquista.
Para el año 1830, ya sin la presencia del Libertador en Bolivia y expulsado Sucre del Gobierno por los criollos conservadores de la Asamblea Nacional, Bolivia quedó en poder del militarismo, cuya cabeza dirigente era el general Andrés Santa Cruz. Éste estaba empeñado en unir a Bolivia con el Perú en una “Confederación”, en oposición al “Gran Perú” que propugnaban los generales peruanos dirigidos por Agustín Gamarra. Con Santa Cruz en el poder, éste dejo de interesarse en Bolivia para ingresar en las batallas de la Confederación que dio lugar al “Protectorado” creado por el Mariscal de Zepita con su capital en Lima. Chile vio con recelo la creación de la Confederación y se decidió por la guerra, formó un Ejército para invadir territorio boliviano-peruano, derrotar a Santa Cruz y destruir la Confederación.
La primera invasión vino bajo el mando del Almirante Manuel Blanco Encalada, que fue cercado por Santa Cruz en Paucarpata. En vez de derrotarlo definitivamente, lo devolvió a Chille, imprudentemente, después de firmar la capitulación. El segundo ejército invasor fue dirigido por el general Manuel Bulnes, faltando Chile a su juramento de no volver a levantar armas nuevamente, éste atacó a Santa Cruz, esta vez con participación peruana y con la retirada de parte del ejército crucista, causando la derrota de Santa Cruz en 1839, en Yungay.
Este fue el comienzo militar de las invasiones chilenas que vinieron tras la destrucción del “Protectorado”. Lo que vino después fue una larga cadena de invasiones chilenas con muchas agresiones eslabonadas.
Descubiertos el salitre y el guano en Atacama (1842), el Congreso de Chile dictó una ley declarando de propiedad chilena las guaneras, salitreras y otras riquezas del desierto perteneciente a Bolivia. El Gobierno boliviano no tuvo medios militares para repeler la invasión al desierto hasta el día de hoy.
La usurpación de Atacama dio a Chile mayor aliento militar para invadir la Bahía de Mejillones, rica en guano, en 1863. El presidente José María de Achá reunió al Congreso en Oruro para declarar la guerra a Chile si no sacaba sus tropas de Bolivia, pero por otro motivo los chilenos desocuparon Mejillones; la Escuadra española que bombardeó a Valparaíso anunció la recuperación de sus antiguas colonias.
Seis años después, en 1866, sin recurrir a la invasión pero utilizando otros recursos de dominación, Chile firmaba con el gobierno de Mariano Melgarejo un tratado escrito por el embajador chileno Aniceto Vergara Albano y tramitado por el diplomático argentino Muñoz Cabrera. Melgarejo cedía a Chile la mitad y más de la costa marítima y las exportaciones bolivianas se repartían con Chile, mitad a mitad.
Juan Albarracín Millán
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