Después de la amenaza gubernamental de convertir en museo el actual centro político del país, las repercusiones continúan.
El anuncio de convertir Palacio de Gobierno en un museo por determinación del actual régimen va contra la historia de Bolivia, puesto que la infraestructura cuenta con un legado simbólico que supera la coyuntura y la política. El pasado constituye la base de la sociedad que con los años va forjando un futuro sólido, como son los cimientos del llamado Palacio Quemado.
Esta interpretación corresponde al historiador Mariano Baptista Gumucio, quien señaló que durante una década, junto a otras personas fue custodio de la infraestructura y los objetos de Palacio de Gobierno con la finalidad de verificar que todo dentro de este centro político e histórico se encuentre en su lugar. Hoy no conoce cuánto ha cambiado el lugar, puesto que desde que el presidente Evo Morales tomó el mando del Gobierno, el periodista e investigador no volvió a ser citado para cumplir esa función.
“No conozco los cambios, yo fui custodio del palacio ad honoren por 10 años hasta este cambio de gobierno, éramos como 10 custodios a los que nunca más se nos ha citado”, dijo.
“Nuestra función era ver que las obras de arte, que las pinturas, las esculturas, que los muebles, el estilo, la vajilla de Olañeta, estuviera ahí”, agregó el historiador.
Expresó que los custodios, quienes no cobraban un centavo por efectuar ese trabajo, realizaban un balance anual de cada uno de los objetos, para verificar que todos se encuentren en Palacio en sus respectivos lugares, puesto que cada uno de ellos representa parte de la historia Boliviana.
Hoy, Baptista Gumucio se refirió a la advertencia del gobierno del Movimiento Al Socialismo (MAS) de cambiar la sede del poder político a otro edificio que se llamará la “Casa Grande del Pueblo”, dejando al Palacio Quemado como un museo de la colonia y la República. Así, el entrevistado resaltó que no es necesario desligarse de la historia, ni de aquellos objetos que son parte de la misma, pretendiendo iniciar una nueva era a partir de un gobierno.
“El país debe asumir su pasado y no es que sea un pasado oprobioso necesariamente por que lo hemos heredado. Si el presidente Morales está en ese Palacio es porque hace cuatro siglos se lo construyó; entonces, no se puede herir, no se puede menospreciar a esas gentes que construyeron eso, que restauraron, ampliaron y lo embellecieron, al final gran parte de la historia de Bolivia está concentrada en ese Palacio”, expresó.
Destacó que si bien el Palacio de Gobierno y Plaza Murillo fueron escenarios de actos terribles durante diversas épocas, también fue el sitio desde donde el país se defendió de agresiones internacionales.
“Existieron buenos y malos gobernantes, pero el país debe asumir todo, porque cada objeto y estructura del Palacio son parte de nuestra historia”, destacó.
Asimismo, señaló que ciertos cambios que se han realizado en distintos ambientes de los recintos de gobierno como Palacio Quemado, el Congreso Nacional, hoy llamado Asamblea Legislativa, se considerarían como actos de negación de la República de Bolivia.
“Por tanto, como historiador veo con preocupación este afán de borrar el pasado, porque el país tiene que asumir sus lados positivos y negativos y amalgamarlos en una sola historia, porque nadie puede pretender que la historia empieza con sí mismo o con su grupo político o con su grupo étnico, eso es una ilusión y cuanto más nos mezclamos los bolivianos y más constituyamos una nación unida, en torno a diferentes objetivos el futuro va a ser mejor”, argumentó.
Finalizó señalando que muchos de los cambios que se han presentado en estos últimos años no son prudentes y consecuentes con la realidad boliviana en general.
La edificación del inmueble data de 1551, tras el encargo del Virrey de Lima que ordenó a indígenas de Tiwanaku y Kallapa emprender las obras que fueron entregadas en 1562. Entre 1845 y 1852 los presidentes Hugo Ballivián e Isidoro Belzu emprendieron las refacciones y diseño definitivo del Palacio de Gobierno con reminiscencias de estilo italiano.
Antes de la guerra Federal de 1899, los gobernantes administraban el Estado desde La Paz y Sucre.
El 20 de marzo de 1875, durante la presidencia de Tomás Frías, una sublevación ciudadana terminó incendiando parte de la estructura y desde entonces adquirió el denominativo de Palacio Quemado.
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