Desde la aprobación del decreto nacionalizador -que en los hechos y resultados no fueron más que fijar nuevas reglas de juego sujetas a nuevos contratos que nunca fueron firmados- de las empresas que explotaban petróleo y gas en nuestro territorio, muchas veces se ha anunciado el descubrimiento de nuevas reservas de gas y, a la vez, la inversión de importantes capitales; pero la realidad no ha mostrado la cara de que lo afirmado sea cierto.
Nacionalizaciones y reservas; pagos de indemnizaciones y, a la vez, compra de lo nacionalizado; convenios y acuerdos con PETROBRAS especialmente y otras compañías cuyos resultados no se dio a conocer. Anuncios de mayor producción y, a la vez, preocupación por “ver difícil” el cumplimiento de compromisos con Brasil y Argentina. Cifras y datos de toda laya que dan pocas esperanzas para un futuro promisor.
YPFB, que antes de 2006 era una especie de “puntal” de la producción de petróleo y gas o, mejor, encabezaba todo lo referido al problema, se ha convertido en una especie de “empresa subsidiaria” que poco o nada dice sobre realidades que deberían ser de su dominio. Lógicamente, las empresas extranjeras, muy satisfechas con las utilidades que logran, nada dicen, guardan un mutismo cerrado y prefieren señalar, muy de tanto en tanto, algunas inversiones que, para lo que es preciso para la industria de hidrocarburos, son montos irrisorios.
Analistas e investigadores sobre petróleo y gas han emitido muchos criterios sobre el problema; pero nadie se ha preocupado por conciliar opiniones y, hechos los análisis de conjunto, llegar a realidades que luego sean de conocimiento del pueblo. Por supuesto, ni el Gobierno ni la empresa estatal del petróleo dicen algo que permita arribar a verdades que son muy ciertas y hasta dolorosas o, en casos, podría decirse que “aún no han sido inventadas”. La verdad es que nadie sabe nada de nada y cada quien se siente amarrado a suposiciones y haciendo conjeturas con base en todo lo que se dice o publica, pero sin llegar a conclusión alguna.
La industria del petróleo es, con seguridad, la más rendidora económicamente; es, por supuesto, menor en rendimientos a lo que son el narcotráfico y la fabricación de armas; la diferencia radica en que es legal y necesaria para el mundo y esto no ocurre con los empresarios de las drogas que fabrican el veneno para millones de personas y son totalmente ajenas a las necesidades de la humanidad. La industria armamentista es, seguramente, la gran competencia del narcotráfico que, conjuntamente las guerrillas y la corrupción, diezman los valores de la humanidad y enriquecen a pocos centenares de personas que no saben de principios ni valores en beneficio del ser humano.
Es preciso que el Gobierno, por su propia seguridad y responsabilidad, disponga estudios pormenorizados para saber sobre reservas descubiertas, aumentos o decrementos en la producción de petróleo y gas, cumplimiento de contratos con Brasil y Argentina, seguridades para el consumo interno y tal vez lo más importante: ¿cuáles son las realidades que vivimos en el campo de hidrocarburos? ¿Cuáles son las intenciones para garantizar inversión de capitales financieros, tecnológicos y humanos que el país precisa no sólo en el renglón de energía, sino en minería y otros rubros en que podemos incursionar – caso del litio – y qué otros países han alcanzado sitiales importantes?
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