Mientras por un lado las autoridades hacen pomposos discursos en sentido de que están luchando por “descolonizar” al país y, al mismo tiempo, afirman con gran solemnidad que están aplicando “profundas” medidas para alcanzar ese objetivo descolonizador; por otro el país está en franco camino a convertirse nuevamente en apéndice colonial de grandes países (e inclusive pequeños), algunos de los cuales son calificados de “imperios” y que es necesario “dividirlos” para conseguir su destrucción.
Nada diremos sobre la dependencia política que en años recientes Bolivia ha adquirido en relación con algunos países “emergentes”, tema que será objeto de observación en otra oportunidad. De lo que se debe hablar es acerca del nuevo estado de dependencia económica que va adquiriendo últimamente nuestra Nación, realidad innegable que permite concluir que el fenómeno de la neocolonización se va extendiendo y profundizando con rapidez.
Efectivamente, al presente el país ha aumentado la exportación de materias primas minerales y vegetales y ha quedado en el olvido la proyectada industrialización de esos recursos naturales. Exportamos minerales en bruto, en la misma o mayor proporción que en tiempos de las caducas oligarquías de la plata y el estaño, aunque con la única ventaja de que las cotizaciones han subido varias veces. Pero, en todo caso, seguimos exportando materias primas y no se hace el menor avance para su industrialización interna.
Los minerales tradicionales que producimos (plata, estaño, zinc, etc.) son exportados y su industrialización en el país es cada vez más remota, excepto el caso del metal blanco (el estaño), que si bien es fundido en Vinto, es exportado en lingotes con alta pureza y con un mínimo de valor agregado. Ese procedimiento rinde insignificante beneficio para la economía, pero además de esa exportación, también se lleva al exterior, como materia prima, otros minerales y en años recientes ha subido la exportación de algunos productos no tradicionales (soya, girasol, quinua, etc.), que también salen del país sin su debida industrialización, excepto pequeños porcentajes en fábricas orientales para el consumo interno.
A ese proceso de neocolonización (ya que la colonización se mide en términos económicos y no sólo culturales) se suma ahora la fuga de otra materia prima, sin que se haga el menor esfuerzo para su procesamiento industrial. Esa nueva materia prima de exportación es el hierro que la firma Jindal, con aval oficial, ha empezado a sacar del país al Paraguay, donde su fundición produce acero.
Se debe denotar que los países que industrializan materias primas importadas alcanzan el nivel de países en desarrollo, mientras que los que exportan materias primas adquieren la condición de colonias dependientes que se empobrecen más y más. Alguien ya dijo que la prosperidad de los países que compran materias primas, depende de la pobreza de los países que las explotan y exportan.
Al respecto, se acaba de ver que Bolivia hizo una segunda exportación de hierro a Paraguay, lo cual confirma que Jindal al reanudar la exportación de materias primas estratégicas, lo que está haciendo es retornar al sistema neocolonial, esta vez en proporciones más acentuadas que en otros tiempos. Al respecto, la empresa Jindal hizo una primera exportación de 7.000 toneladas de hierro para las fundiciones ACEPAR de Paraguay y en fecha reciente hizo una segunda exportación por 4.000 toneladas, anunciando, además, nuevas exportaciones de esa riqueza natural que bien se la podría industrializar en Bolivia, aunque siempre que se deje de soñar con proyectos faraónicos, aunque estas exportaciones de mineral concentrado de hierro son legales, ya que están autorizadas por el contrato suscrito por el actual Gobierno con Jindal, bajo el pomposo nombre de “producción anticipada”.
Se debe agregar que en tiempos de las oligarquías de la plata y el estaño mediante los ferrocarriles fueron saqueadas riquezas de Bolivia, mientras ahora con una “inversión” para un procedimiento sofisticado, se ha abierto para el saqueo el río Paraguay, por medio del canal Tamango, donde se carga con maquinaria moderna, en dos horas, barcazas con capacidad de mil toneladas, lo cual ha hecho opinar a algún funcionario de la alta jerarquía burocrática que “el país se beneficiará con el pago de regalías”, aunque se trata de neocolonización.
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