Sindicalismo y corporativismo en la política boliviana



Pese a la redundancia es preciso considerar el significado de algunos términos frecuentemente utilizados en el lenguaje político, como son las palabras “sindicalismo” y “corporativismo”, las mismas que han cobrado notable actualidad, en especial en países como Bolivia. En ese sentido es preciso, en primer lugar, conocer el contenido correcto de esas palabras y, enseguida, relacionarlas con la actividad práctica.

En primer lugar se debe recordar que el término “sindicalismo” implica organización de obreros asalariados que carecen de todo bien material (tierra, artesanías, etc.) y cuya única propiedad es su fuerza de trabajo. El objetivo de esa organización es negociar y defender los términos y condiciones de empleo de sus integrantes. Los obreros que conforman ese tipo de entidad laboral luchan específicamente por su salario, aparte de otros objetivos más generales.

Mientras el sindicato tiene esas características básicas, el “corporativismo” consiste en una asociación de profesionales o empresarios pequeños, medianos o grandes organizados para la defensa de intereses propios, como ser la propiedad de sus fábricas, la plusvalía, tierras, etc. El corporativismo está muy difundido, en especial entre pequeños propietarios de tierras y que tienen a algunos obreros (léase colonos) bajo su dependencia, a los cuales pagan, generalmente, salario en especie o bien los hacen trabajar por el sistema de medianería.

El sistema de la auténtica organización sindical en Bolivia se encuentra en algunas fábricas urbanas y algunas minas privadas. De otro lado, en la minería cooperativizada se encuentra que los trabajadores son en parte dueños de la empresa. En realidad, la clase obrera que forma sindicatos en Bolivia es de un número muy bajo e inclusive la central sindical del país es una organización con mínimas características propiamente sindicales, ya que muchas de las organizaciones que la forman son de propietarios de terrenos, pequeños negocios, pequeñas empresas comerciales, etc.

En cambio, actualmente en el país se dice que existen organismos sindicales, pero en realidad esas agrupaciones no tienen esa naturaleza y más bien son organizaciones corporativas (no cooperativistas), formadas por propietarios de tierras, de alrededor de 40 hectáreas (en particular cocaleros), que se han organizado en grupos de presión con el título de “sindicatos”, además de trabajadores gremiales con negocio propio, empresarios pequeños, etc. En realidad estas organizaciones no constituyen sindicatos y son, en verdad, centros corporativos a nivel nacional e inclusive con fuerte influencia política.

Como en realidad en el país las verdaderas organizaciones sindicales son escasas y no tienen influencia en las diversas manifestaciones económicas, es preciso definir con mayor claridad la actividad y funciones del otro tipo de organizaciones sociales, como son las entidades corporativas formadas por propietarios de diversas clases de bienes, entre ellos la tierra. Estas corporaciones, mal denominadas “sindicatos”, son en realidad empresas anónimas que sirven para enriquecerse, y las que actualmente existen en el país dominan de hecho la economía en alto porcentaje. No tienen objetivos socialistas ni muchísimo menos y sus metas son restablecer la sociedad en estamentos, no en clases sociales. Son contrarias a cualquier tipo de socialismo.

Las corporaciones son, pues, grupos sociales diferentes a los sindicatos, no sólo por su situación de hecho en la sociedad, sino además por el lugar jurídico que ocupan en el aparato estatal. Son verdaderos estamentos con notables privilegios de tipo feudal y colonial y con el objetivo general de establecer en el país un “régimen corporativo” con características relacionadas con las teorías fascistas. De ahí la importancia de diferenciar dichos términos.

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