CARTAS
Señor Director:
Comienza una etapa de preparación, se abre el camino que conduce a Dios. Quienes son parte de la comunidad de fieles católicos penitentes aspiran a renovar el misterio pascual. Dios es el Padre que llama al hijo pródigo, alejado de la casa paterna, es el buen pastor que busca a la oveja perdida.
En Cuaresma los pecadores son llamados al arrepentimiento y a la demanda de perdón. Cuaresma es un tiempo de ejercicio espiritual, por ello en conferencias cuaresmales y cursillos se difunde la palabra del Señor, que de diversas maneras y tonos nos llama al arrepentimiento.
Al comenzar la Santa Cuaresma le pedimos al Todopoderoso que nos libre de las cadenas del pecado, en días de penitencia y examen de conciencia, de confesión de boca ante el sacerdote, para luego recibir la santa Eucaristía.
Amar a Dios y al hermano es amar a la vida. En Cuaresma, ocasión propicia para la conversión, San Pablo nos dice: “Todos pecaron y están privados de la gloria de Dios, pero son justificados por el don de la gracia”. (Romanos 3,2 3-24).
La Iglesia, como el buen samaritano, se hace cargo de enfermos, marginados, pobres y oprimidos de este modo los seglares cristianos se convierten en verdaderos apóstoles de esperanza y constructores de la civilización del amor.
En la Edad Media, al comienzo de Cuaresma, los penitentes públicos acudían a los penitenciarios, confesaban sus pecados y recibían el cilicio (vestidura de paño burdo), cubierto de ceniza. En Cuaresma ocupemos nuestro puesto de penitencia para así obtener la gracia de Dios como sus hijos e hijas.
David Espejo
O.F.S.
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